Expediente Ingenuo #03 – CASA WINTER: Los secretos de la mansión de un ingeniero alemán 6a4g34

A ver... Casa Winter, Fuerteventura, 1940... ¿Qué se supone que has mandado aquí? Una casa en mitad de la nada, túneles sellados, informes desaparecidos, y gente que prefiere que esto quede enterrado.

Eh... submarinos nazis, salas cerradas, ecos de voces...

Mark, esto no es solo una historia, esto es un jodido expediente ingenuo, tío.

Hazme un favor y dile a la gente que apaguen las luces y ajusten sus auriculares, porque hoy nos adentramos en una de las casas más enigmáticas de España.

Todos guardamos secretos, algunos prefieren quedarse enterrados, pero aquí los desenterramos uno a uno.

Expediente ingenuo, Casa Winter, Fuerteventura, 1940...

Un lugar construido para el silencio, pero en este caso, el silencio oculta demasiado ruido.

1940. Europa es un tablero de guerra.

Ciudades en ruinas, banderas ondeando sobre territorios conquistados, ejércitos marchando sin descanso.

Es la época de las sombras, de los acuerdos ocultos, de los aliados y los enemigos que no siempre se ven a simple vista.

Mientras los ojos del mundo miran hacia Berlín, Londres o Stalingrado, lejos del estruendo de las bombas y los discursos grandilocuentes, en una isla perdida en el Atlántico, alguien está construyendo algo.

Lejos de la devastación, lejos del frente de batalla, pero con una presencia que huele a secretos, a poder y a conspiración.

Hoy viajamos a Fuerteventura.

Isla azotada por los vientos, con un paisaje árido y desolado.

Un lugar que parece estar fuera del tiempo.

Y en su extremo sur, en la península de Jandía, una casa se alza en el misterio.

La Casa Winter.

Un refugio. Una base secreta.

Un punto de tránsito para los que intentaban huir de una guerra que estaba a punto de desmoronarse sobre sus cabezas.

¿Qué secretos se ocultan entre sus muros? Hoy, en Expediente Ingenuo, nos adentramos en uno de los mayores enigmas de Canarias.

Fuerteventura. El escondite perfecto.

Para entender este misterio, primero debemos situarnos en el escenario.

Fuerteventura, en la década de los cuarenta, no es un destino turístico.

No hay grandes complejos hoteleros, ni aeropuertos repletos de viajeros.

Sólo hay mar, arena y viento.

Sus costas son peligrosas, con corrientes traicioneras.

Sus tierras, áridas y despobladas.

Un lugar perfecto para esconder algo que nadie debía encontrar.