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Cada jueves José Lagunar, de AUTOFM, participa en las mañanas de Onda Cero junto a Agustín...
Cada jueves José Lagunar, de AUTOFM, participa en las mañanas de Onda Cero junto a Agustín Bravo, Sofía Menéndez y Sergio Alberto en el programa Más de uno Madrid Sur.
¿Qué sucede con la seguridad de los motoristas?
La siniestralidad motociclista mantiene a este colectivo en el epicentro de la seguridad vial. Solo en 2024 perdieron la vida 286 motoristas en 278 siniestros mortales registrados en vías interurbanas —más de 2.380 fallecidos en la última década—, lo que confirma una tendencia sostenida que ni la modernización del parque ni las campañas de concienciación han logrado frenar. Las salidas de vía, las invasiones del carril contrario, las colisiones frontales y los alcances concentran la mayor letalidad; la velocidad excesiva estuvo presente en 101 de esos accidentes mortales, prácticamente uno de cada tres.
La vulnerabilidad de la moto se agrava por factores intrínsecos —menor visibilidad y estabilidad que un turismo— y por condicionantes externos. Pilar del Real, responsable del Observatorio de la DGT, subraya el peso de la climatología adversa, el estado irregular del firme y la exposición a los errores ajenos o a diferencias bruscas de velocidad. En carreteras secundarias, donde se registran la mayoría de los siniestros graves, confluyen trazados revirados con carril único por sentido, tráfico pesado y la posibilidad de irrupción de animales o peatones. El Informe INTRAS identifica, además, el exceso de velocidad de algunos motoristas como factor determinante del número y la severidad de los accidentes.
En zona urbana cambia el escenario, pero no desaparece el riesgo. Aquí predominan los choques en cruces, glorietas y semáforos, con densas corrientes de vehículos y peatones. Maniobras imprudentes como el zigzagueo entre carriles o los cambios sin señalizar elevan la probabilidad de colisión, pese a que las velocidades medias son menores que en carretera. La conclusión es clara: la motocicleta sigue siendo uno de los modos de transporte más vulnerables; su mínima protección física se combina con entornos viarios —tanto interurbanos como urbanos— que multiplican las consecuencias de cualquier error propio o impacto de terceros.