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Muchos conocen el caso del ex-teleoperador australiano Kylie Doyle. El chaval, un día, se levantó...
Muchos conocen el caso del ex-teleoperador australiano Kylie Doyle. El chaval, un día, se levantó sin ganas de ir a trabajar. Llamó a su jefe y le dijo que estaba con el catarro del siglo. Y a Kylie se le ocurrió poner en su perfil de Facebook la frase: “Kyle Doyle no va a ir a trabajar, a la mierda. Todavía estoy de resaca. ¡Toma baja laboral!”. El chico no se acordaba de que el jefe estaba en su lista de amigos. El jefe leyó el mensaje y nuestro amigo Kylie se quedó en el paro.
Otra historia muy famosa es la de Jodie, una adolescente inglesa con ganas de juerga. No se le ocurrió otra cosa que convocar una fiesta en la mansión de sus padres de Marbella a través de Facebook. Allí se presentaron 400 adolescentes. ¿Y qué pasó? Lo normal. Destrozaron la casa. Los muebles, las puertas… los televisores aparecieron en la piscina… lo que se llama una fiesta del diablo… Es lo que tiene meterse en una red social y no leerse el manual de instrucciones.