001 - La expansión del Islam. 5p4u

El cristianismo fue perseguido desde sus comienzos.
El peregrinaje hasta la ciudad de Jerusalén,
aquella que guardaba los vestigios
y la historia de la pasión y muerte de Jesucristo,
se hacía con gran devoción desde distintos puntos.
Con la religión en clara decadencia en el Imperio Bizantino,
surgió un movimiento extraordinario
que vino a contrarrestar los esfuerzos del emperador Heraclio,
a contribuir de un modo fatal a la destrucción del Imperio de Oriente
y a ser nuevo germen de persecuciones para los cristianos.
El islam comenzó a descubrir y conquistar nuevos horizontes
y nuevos climas, despojando al cristianismo de Siria,
Palestina, parte de Asia Menor, todo el norte de África,
penetrando en la península ibérica y alcanzando una parte de las Galias.
Yo soy José Ángel Martín y te doy la bienvenida a Noches Templarias.
Episodio 1, la expansión del islam.
Los hechos esenciales del origen de la orden del temple
son bien conocidos.
Nacieron en Tierra Santa poco después de la primera cruzada,
allá por el año 1118.
Un gran número de caballeros y nobles
abandonaron a sus familias y a sus bienes
para dedicar su vida a servir a Dios como monjes soldados.
Su condición de custodios de primordiales saberes y sagradas reliquias.
Su rápida expansión por el mundo conocido.
Sus habilidades como banqueros, estrategas, guerreros,
navegantes y consejeros
y también como un injusto proceso de la Inquisición,
bajo la acusación de herejía,
llevó a la hoguera en 1314 a Jacques de Molay, el último maestre,
y con ello también la supresión definitiva de la orden,
pero no nos adelantemos,
porque toda esta historia tiene unos orígenes
y como a mí me gusta contarla poniéndonos en contexto
para comprender las razones que llevan a diferentes situaciones,
en este primer episodio,
te invito a que retrocedas conmigo en el tiempo
hasta situarnos en el siglo IV d.C.
Habiéndose convertido al cristianismo el emperador Constantino I,
también llamado el Grande,
y con la paz religiosa en el imperio romano proclamada,
los cristianos pudieron al fin dar rienda al impulso
al que su devoción les arrastraba de acudir a los santos lugares,
aquellos que pisó el Dios hecho hombre.
Esos que fueron testigos de su cuna, sus milagros,
el huerto en el que sudó sangre por nosotros,
pero especialmente ese monte que sostuvo la cruz
y el sepulcro en el que fue depositado.
Desde esos primeros tiempos del cristianismo,
los santos lugares fueron un centro de atracción
para los adeptos de esta nueva religión.