
018_Series Páginas Oscuras - La joya de las siete estrellas 5ª Parte 5p5d6w
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5ª Parte.- La joya de las siete estrellas Sinopsis. Malcolm Ross, un joven abogado, recibe una llamada urgente en plena noche de Margaret Trelawny, una mujer a la que conoce y por la que siente una gran iración. Alarmado por su tono de voz, acude de inmediato a su casa, donde descubre que su padre, el renombrado egiptólogo Abel Trelawny, ha sufrido un misterioso incidente y permanece inconsciente en circunstancias inexplicables. A medida que la noche avanza, Malcolm se ve envuelto en un ambiente inquietante dentro de la mansión, rodeado de artefactos egipcios, manuscritos antiguos y una sensación creciente de peligro. Junto con Margaret y el doctor Winchester, intentan vigilar a Trelawny y entender lo que está ocurriendo, pero fuerzas desconocidas parecen acechar en la oscuridad. Al amanecer, comienzan a emerger más preguntas sobre la vida del arqueólogo y sus investigaciones, revelando conexiones intrigantes con antiguas civilizaciones y secretos enterrados en el tiempo. Mientras tanto, los acontecimientos en la casa sugieren que algo más está en juego, y la línea entre la historia y lo sobrenatural comienza a desdibujarse. Novela escrita por: Brams Stoker Sinopsis: Javier Matesanz Musica: Monsters Are Real - Dream Cave (Epidemic) ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/352537 554a2v
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BAÚL DE LIBROS PRESENTA LAS SERIES DE PÁGINAS OSCURAS Hoy presentamos la adaptación de LA JOYA DE LAS SIETE ESTRELLAS Escrito por Bram Stoker Quinta parte 12. EL COFRE MÁGICO Al recorrernos de nuestro asombro, prosiguió el señor Korbeck, lo cual no llevó un largo rato, sacamos la momia y la izamos por el brocal del pozo.
Yo subí primero para sujetarla por la parte superior, y al mirar hacia abajo, vi que el señor Trelawny levantaba la mano cortada y se la guardaba debajo de la chaqueta, sin duda para que no se extraviase o bien para evitar que sufriese daño alguno.
Dejamos los cadáveres de los árabes donde estaban.
Ayudándonos con las cuerdas, bajamos hasta el suelo nuestra preciosa carga y a continuación la llevamos a la entrada del valle, donde debían aguardarnos el jeque y sus hombres.
Pero con gran asombro, los encontramos disponiéndolo todo para emprender la marcha.
Cuando recriminamos al jeque su actitud, replicó que había cumplido su promesa al pie de la letra, ya que según lo convenido, había esperado tres días.
Yo imaginaba que mentía y que su verdadera intención había sido abandonarnos.
Más tarde, al comparar mis notas con las de Trelawny, comprobé que él había sospechado lo mismo.
Pero al llegar a El Cairo, tuvimos que aceptar, muy a nuestro pesar, que aquel hombre tenía razón.
Entramos por segunda vez en el Pozo de la Momia el 3 de noviembre de 1844.
Teníamos buenas razones para recordar aquella fecha.
La exploración del lugar nos había llevado tres días enteros, que literalmente desaparecieron de nuestra vida mientras permanecimos maravillados en aquella cámara mortuoria.
Era, pues, de extrañar que tuviésemos ciertos temores supersticiosos con respecto al cadáver de la reina Tera y todo cuanto a ella pertenecía.
De El Cairo fuimos a Alejandría, donde debíamos abordar un barco de la mesallerí con rumbo a Marsella.
Desde allí, cogeríamos el avión, pero, como escribió una vez cierto poeta, los mejores planes de los hombres y de los ratones se frustran a veces.
En Alejandría, un cable esperaba a Trelawny informándole de que su esposa había fallecido al dar a luz a una niña.
El apenado viudo partió de inmediato en el expreso de Oriente y yo tuve que encargarme de llevar, sin compañía de nadie, los teléfonos y el teléfono.
Tuve que encargarme de llevar, sin compañía de nadie, los tesoros a una casa desalojada.
Llegué a Londres sin novedad, pues la buena fortuna pareció acompañarnos en el viaje.
Cuando me presenté en la casa de mi amigo, el funeral había tenido lugar hacía ya mucho tiempo.
La niña fue confiada al cuidado de una nodriza y el señor Trelawny consiguió dominar su pena hasta el punto de reanudar su vida y su trabajo.
Pese a todo, aquella muerte le había causado un inmenso dolor, como lo demostraban las canas que cubrían sus sienes y el gesto aún más severo de sus facciones.
A partir del momento en que recibió el cable en Alejandría, nunca más volví a verlo sonreír.
En tales casos, lo mejor es refugiarse en el trabajo y eso fue lo que hizo.
La extraña tragedia de su pérdida y ganancia, ya que la niña había nacido con la muerte de la madre, ocurrió precisamente mientras nosotros caíamos en aquel estado de trance dentro del pozo de la momia.
De un modo u otro, todo parecía relacionado con los estudios de egiptología del señor Trelawny y especialmente con los misterios referentes a la reina.
Me habló muy poco de su hija, pero era evidente que en su alma pugnaban dos sentimientos contrapuestos.
Por un lado, idolatraba a la niña, pero por otro, jamás podría olvidar que su nacimiento había supuesto la muerte de su propia esposa.
Había también otra cosa que llenaba de dolor el corazón de aquel padre, aunque nunca quiso decirme de qué se trataba.
Sin embargo, una vez, en un momento de descuido, me dijo «Se parece muy poco a su madre, pero tanto en sus facciones como en el color de su tez guarda una semejanza asombrosa con las imágenes de la reina Tera».
Añadió que le había confiado a unas personas capaces de darle los cuidados que él no tenía.
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