
Descripción de 07.04.2025 Cuento Jacinta 4ey41
Doña Ana Delia López nos deleita en este podcast con un hermoso cuento en el que los libros toman el papel protagónico. Nos invita a sumarnos a la emocionante tarea creativa de escribir nuestras propias historias, con el propósito de compartirlas y, juntos, construir una maravillosa biblioteca intemporal con alcance global. 1d574b
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Señores, señores escuchantes, señores oyentes, están ustedes con Rossini y su obertura de Guillermo Tell. Rossini, el gran compositor italiano que compaslinó la música romántica con la ópera, y hemos hecho esta entrada triunfal para que Anadelia López nos cuente un cuento, porque hoy la tenemos de invitada. Ana, aquí estamos para contar un cuento, un día más, acompañados con Rossini.
Pues a la italiana nos va a contar el primero de sus cuentos para una jornada muy especial, ella es una verdadera artista en cuenta cuento. ¿Qué cuento nos traes hoy? Pues hoy les voy a contar el cuento de Jacinta, porque es como un homenaje a los bibliotecarios y bibliotecaria, y como se acerca el Día del Libro, pues para celebrarlo. Muy bien, el Día del Libro se acerca, está próximo, pero los libros hay que tenerlos siempre. Siempre, claro, nunca debe haber como el Día de la Paz y todo eso, ¿no? Pero bueno, ya que se celebra, vamos a aprovecharlo.
Pues sí, señor, adelante con Jacinta. Es un cuento que yo escuché hace muchos años a un librero y narrador catalán, Pep Durán, y yo hice una adaptación como más movidita y más divertida. Ah, qué bueno, pues cuéntanoslo. Aquel era un pueblo tan bonito, tan bonito, de unas casas blancas y con las ventanas y las puertas de colores, era pequeñito. Tenía una iglesia también muy bonita, con un campanario, una torre alta y en la campana cada hora daba una música celestial, que era una de las maravillas del pueblo.
Delante de la iglesia había una plaza cuadrada y en cada esquina habían las cosas representativas del pueblo. El ayuntamiento, en el que gobernaba un alcalde muy mañoso, estaba el mercado que cada día se llenaba de los productos típicos de la zona, la escuela, una escuela pequeñita pero muy alegre, y en la otra esquina estaba la joya del pueblo, que era la biblioteca. Ah, qué bien. Porque en la biblioteca había muchísimos volúmenes muy muy adaptados a la zona, a los niños y al modo de vivir de aquellas comarcas. Y al frente de la biblioteca estaba Jacinta.
A la biblioteca se accedía por unos escalones, se bajaba y te encontraba a Jacinta siempre alegre y dispuesta. Y cuando tú ibas a buscar un libro, salías sabiendo que Jacinta había acertado en la elección. Pero una noche cayó sobre aquel pueblo una tormenta, parecía como que el cielo se había abierto de par en par las puertas del cielo y había derramado en el pueblo un diluvio tremendo.
Y todos los habitantes se pusieron manos a la obra para evitar una inundación y con cubos, con sacos de arena, hasta los niños ayudaron. Y no hubo tal inundación y al día siguiente amaneció un día espléndido, soleado y el pueblo volvió a recobrar vida. El alcalde entró en el ayuntamiento a despachar los asuntos pendientes, el mercado se llenó de los productos, al cole, a la escuela iban apareciendo los niños contentos, aunque cansados de la noche anterior.
Y llegó Jacinta a la biblioteca con su bolso enorme que lo llevaba siempre lleno de sorpresa. Abrió la puerta y cuando empezó a bajar los escalones se le mojaron los zapatos y siguió bajando, bajando y vio que estaba todo, todo, todo inundado. Pero se dio cuenta que en el agua flotando había miles de bichitos negros como los carreteros. Y cogió una enorme colador del bolso, lo sacó, cogió agua y se dio cuenta que eran letras.
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