
1.893- Devocional Salmos 105:11, “La promesa de una herencia celestial”, Pastor Iván Reyes, 11-05-2025. 43732k
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Si pudiéramos ser conscientes en forma permanente de lo que Dios nos ha concedido, lo más probable es que nuestra fe sería más firme, nuestra pasión sería más intensa y nuestra entrega sería más completa.
Es decir, si nosotros consideráramos permanentemente el don que Dios nos ha concedido por su pura promesa y su pacto incondicional que hizo con nosotros en Abraham, porque todos los descendientes espirituales, como dice el apóstol Pablo en Abraham, tenemos también una promesa eterna.
La promesa es que serían benditas todas las naciones de la Tierra.
Es decir, nosotros que estamos a más de 13.000 o 14.000 kilómetros de Israel, también estamos incluidos allí, que en tu simiente serán benditas todas las naciones de la Tierra.
Y en la simiente que es Cristo, como dice el autor de la carta a los Efesios, es evidente que en el Señor Jesucristo tenemos la herencia.
En Cristo tenemos todo lo que necesitamos.
En Cristo tenemos el don más grande que incluye lo más preciado que es estar con Él para siempre.
Así también el salmista desde el versículo 7 comienza a hablar en una forma mucho más, incluso del versículo 6, en una forma mucho más específica respecto a las razones por las cuales había que alabar a Dios que era su gran obra en favor de su pueblo.
Oh vosotros, descendencia de Abraham, su siervo, hijos de Jacob, sus escogidos, obviamente en primera instancia los autores originales, o mejor dicho, los receptores originales del Salmo eran el pueblo de Israel.
Sintetizado aquí por Abraham y Jacob, versículo 7, Él es Jehová nuestro Dios, Él es Jehová nuestro Dios.
Él se dio a sí mismo, en definitiva en toda la Tierra están sus juicios.
Se acordó para siempre de su pacto, de la palabra que mandó para mil generaciones.
La cual concertó con Abraham y de su juramento a Isaac, la estableció a Jacob por decreto Israel, por pacto sempi eterno.
Aquí está todo lo que el salmista va enumerando paso a paso.
Primero Abraham se le reiteró la misma promesa a Isaac, su hijo, y a Jacob, su nieto, se le reiteró la misma promesa.
Por eso es que esta promesa para los israelitas tenía una cualidad inherente de que Dios mismo se dio a sí mismo para con el pueblo, para llamarlo, para escogerlo, para ser un pueblo especial de entre todos los pueblos de la Tierra, colocar su firma, por decirlo así, su imagen en medio del pueblo para que este pueblo pudiese reflejar al mismo tiempo la imagen del Dios único y verdadero.
Y una de las promesas que aparece en específico en el versículo 11, que él les dice, a ti te daré la tierra de Canaán como porción de vuestra heredad.
A ti te daré la tierra de Canaán como porción de vuestra heredad.
A cada una de las personas mencionadas, Abraham, Isaac y Jacob, y a su posteridad se entiende van estas palabras.
A ellos les dice esto, te daré la tierra de Canaán como porción de vuestra heredad.
No es que la palabra diciendo, como bien observa un teólogo, signifique que las palabras que le siguen expresen el pacto, pues eso se expresa claramente en el versículo 7, sino que en realidad está diciendo que el Señor era su Dios, que el que había prometido, dentro de todo, una promesa terrenal, cuando se dio el pacto eterno.
Además, esto debe considerarse como un símbolo de la herencia celestial.
Y aquí está el primer acercamiento que tenemos y que tiene que ver con nosotros al texto.
No solo está diciendo que la descendencia física de Abraham poseerá la tierra, esa tierra, esa heredad, obviamente era para la descendencia física de Abraham, pero aquí hay una implicación mayor, la implicación de que hay una herencia que no tiene que ver con esta tierra.
Una herencia celestial, una herencia que trasciende, una herencia que va más allá de las posesiones materiales que podamos llegar a tener en esta tierra.
Así como aquella, la tierra de Canaán, era una tierra prometida, también lo es el cielo, que es, en definitiva, la tierra prometida.
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