1.907- Devocional Salmos 105:26, “Siervos de Dios, instrumentos en sus manos”, Pastor Iván Reyes, 25-05-25. 6k5k4c

En la consideración y apreciación de lo que significa ser un siervo de Dios hay dos extremos en términos generales en la iglesia.

Uno es que no tiene ninguna importancia y por tanto se puede prescindir de ese siervo de Dios cuando se quiera, no hay ninguna necesidad prácticamente de que esté allí haciendo una tarea, en este caso muchas personas consideran como que no tienen mayor importancia.

Por otro lado hay una consideración extrema de importancia de esa persona, lo colocan como en un estatus muy arriba, como si realmente esa persona fuese imprescindible en términos generales y como si fuese al mismo tiempo casi digna de colocarlo en un pedestal y todas las personas lo ven como alguien sumamente importante dentro de la iglesia, quizás como la persona más importante dentro de la iglesia, ese es otro extremo.

¿Pero qué es lo que dice la Biblia al respecto? Y allí nos quitamos algunos lentes en la apreciación que tenemos de personas que sirven en la iglesia en términos de guías, por ejemplo, guías espirituales, pastores, ancianos, diáconos, en términos generales podemos hablar de esos, porque son las funciones que la Biblia menciona en la iglesia, pastores y diáconos, pastores o ancianos es lo mismo, de tal manera que se habla de estos dos tipos de personas porque son las dos funciones generales que se establecen en la escritura, pastores y diáconos.

Ahora, es interesante cómo el versículo 26 del Salmo 105 coloca las cosas en su lugar y nos ayuda a tener una apreciación correcta, no extrema ni de un lado de desprecio ni del otro lado de consideración excesiva.

Ahora, ¿por qué decimos eso? Bueno, simplemente dice así el texto, envió a su siervo Moisés y Aarón al cual escogió, envió a su siervo Moisés y Aarón al cual escogió.

Aquí el poeta inspirado por el Espíritu Santo menciona brevemente aspectos de la liberación del pueblo que merece especial atención, obviamente está refiriendo al hecho histórico otra vez de cuando el Señor utilizó a Moisés y Aarón para sacar al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto.

Pero si nos damos cuenta y retrocedemos al versículo 25, esta es la razón precisamente por la cual el Señor puso en enemistad a los egipcios contra su propio pueblo, es decir, contra los israelitas.

Cambió el corazón de ellos, para que –este es el propósito- aborreciesen a su pueblo para que contra sus siervos pensasen mal.

Ese es un paralelismo sinónimo, obviamente es el mismo sentido de la frase, la misma verdad.

Cambió el corazón de ellos para que aborreciesen a su pueblo para que contra sus siervos pensasen mal.

El propósito de Dios que tenía al cambiar el corazón del pueblo era simplemente para mostrar que los israelitas no salieron libremente, tranquilamente, es decir, Faraón les dijo váyanse, salgan de aquí, salgan tranquilos, no les vamos a hacer nada, sino que al contrario, salieron presionados por las circunstancias y para eso se necesitó, por consiguiente, una rebelión de parte de los egipcios, es decir, se necesitó una orden perentoria de parte del rey, de Faraón, para evitar que los israelitas salieran de Egipto y el señor tuvo que forzarlos a través de la manifestación de su poder, de esa manera quedó en evidencia que ellos salieron de Egipto por el poder de Dios.

Si los egipcios hubieran permitido la salida del pueblo por voluntad propia, no se habría requerido ni el servicio de Moisés ni milagros para poder forzar a los egipcios para que dejaran ir al pueblo de Dios. ¿Quién está moviendo las cosas detrás entonces? Obviamente es Dios. Dios dispuso entonces que su liberación se llevara a cabo de tal manera que fuera imposible negar su autoría, es decir, su mano detrás de los hechos, porque Moisés no podía hacer milagros sin el poder de Dios, ni tampoco Harón, es decir, ninguno de los dos tenía la capacidad de forzar, de obligar prácticamente, porque eso ocurrió a Faraón para que dejara ir al pueblo. Entonces, ¿qué es lo que se evidencia allí? Que Dios estaba detrás de todo moviendo los hilos otra vez, permitiendo las circunstancias particulares para que pudiese evidenciarse que él era el liberador, el libertador de Israel.