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Territorio Extrañer
«Aceite de perro», de Ambrose Bierce

«Aceite de perro», de Ambrose Bierce w2d38

10/2/2025 · 14:02
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Territorio Extrañer

Descripción de «Aceite de perro», de Ambrose Bierce 3z4n1j

Aceite de perro, es un relato corto del escritor norteamericano Ambrose Bierce. Narra la historia de un niño y los oscuros negocios de sus padres. Música, imagen y efectos de Pixabay. Voces en la cabecera de César G. Damiá y Noviembre Nocturno. Si te ha gustado el audio, dale al corazón, suscríbete, comenta, tómate una birra, besa a tu pareja o comparte nuestro contenido en tus redes, no te costará nada, pero a nosotros nos ayudará a llegar a más personas. Ya que nuestro contenido es gratuito, tampoco pedimos mucho a cambio. Estamos en X y Bluesky como @territorioExt Youtube https://www.youtube.com/@territorioextranerpodcast Web https://dentrodelmonolito.com/ Plataformas de podcasts (Ivoox, Apple, Spotify, Podbean, Youtube ...) https://pod.link/1728125770 Puedes contarnos lo que quieras escribiendo a [email protected] 3t1h55

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Esto es...
...territorio...
...extraño.
Dos amigos...
...a territorio extraño.
Aceite de perro.
De ambos bis.
Me llamo Buffer Bink.
Mis respetables padres
eran de clase muy humilde.
Él fabricaba aceite de perro.
Y mi madre tenía un pequeño local
junto a la iglesia del pueblo,
en donde se deshacía de los niños no deseados.
Desde mi adolescencia
me inculcaron hábitos de trabajo.
Ayudaba a mi padre a capturar
perros para sus calderos.
Y a veces mi madre me empleaba
para hacer desaparecer los restos de su labor.
Para llevar a cabo esta última tarea
tuve que recurrir con frecuencia
a mi talento natural,
pues todos los guardias del barrio
estaban en contra del negocio materno.
No se trataba de una cuestión política,
ya que los guardias
que salían elegidos no eran de la oposición.
Era sólo una cuestión de gusto,
nada más.
La actividad de mi padre
era lógicamente menos impopular,
aunque los dueños de los perros desaparecidos
le miraban con una desconfianza
que en cierta medida
se hacía extensible a mí.
Mi padre contaba con el apoyo tácito
de los médicos del pueblo,
quienes raras veces recetaban
algo que no contuviera lo que ellos gustaban llamar
All Camp.
Y es que realmente el aceite de perro
es una de las más valiosas medicinas
jamás descubiertas.
A pesar de ello,
mucha gente no estaba dispuesta a hacer un sacrificio
para ayudar a los afligidos
y no dejaban que los perros más gordos
del pueblo jugaran conmigo.
Eso hirió mi joven sensibilidad
y me faltó poco para hacerme pirata.
Cuando recuerdo aquellos días
a veces siento que,
al haber ocasionado indirectamente
la muerte de mis padres,
es una de las desgracias
que afectaron tan profundamente mi futuro.
Una noche,
cuando volvía del local de mi madre
de recoger el cuerpo de un huérfano,
pasé junto a la fábrica de aceite
y vi a un guardia que parecía vigilar
atentamente mis movimientos.
Me habían enseñado
que los guardias, hagan lo que hagan,
siempre actúan inspirados
por los más excretables motivos.
Así que,
para eludirle,
fui a la puerta lateral del edificio
que por casualidad estaba entreabierta.
Una vez dentro cerré rápidamente
y me quedé a solas con el pequeño cadáver.
Mi madre ya se había ido a descansar.
La única luz visible
era la del fuego,
que al arder con fuerza bajo uno de los calderos
producía unos reflejos rojizos
en las paredes.
El aceite hervía con lentitud
y de vez en cuando un trozo de perro
asomaba en la superficie.
Me senté a esperar a que el guardia se fuera
y empecé a acariciar el pelo corto
y sedoso del niño,
cuyo cuerpo desnudo
había colocado en mi regazo.
¡Qué hermoso era!
A pesar de mi corta edad,
ya me gustaban apasionadamente los niños
y al contemplar aquel angelito
desee con todo mi corazón
que la pequeña herida roja
que había sobre su pecho,
obra de mi querida madre,
hubiera sido mortal.
Mi costumbre era arrojar a los bebés al río,
que la naturaleza había dispuesto sabiamente
para tal fin.
Pero aquella noche no me atreví a salir
de la fábrica por miedo al guardia.
¡Seguro que si he hecho esto al caldero
no pasará nada! Me dije.
Mi padre nunca distinguirá sus huesos
de los de un cachorro
y las pocas muertes que sufre.

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