La Ascension del Señor, 1ero de junio 554p

Estás escuchando, enhorabuena, enhorabuena, una voz de esperanza de la diócesis de Santa Clara.

Cristo resucitó, en verdad resucitó.

Queridos hermanos y amigos, en una mañana como la de hoy, recién estrenada la primavera con su primera luna llena, la comunidad cristiana, exultante de gozo, cantaba alabanzas a Cristo victorioso, vencedor del pecado y de la muerte, que resucitado de entre los muertos, se presenta a sus discípulos con un mensaje inigualable, la paz sea con ustedes.

Gracias Señor, mucho por rescatarme así, hasta el fin voy a proclamarte.

La fe vacilante de aquellos hombres y mujeres, junto a las experiencias dolorosas y recientes, no les permitía reconocer en el recién llegado a Jesús de Nazaret, el profeta poderoso en palabras y obras, con quien habían trabado sincera amistad.

Sólo la gracia de Dios y la paciencia del resucitado, lograrán renovar los vínculos de iración y fe en ellos, devolviéndoles la confianza y el buen espíritu.

Cuarenta días después, aquel grupo de hombres recibirán las últimas instrucciones del Maestro.

Él los confirmará en su fe, todavía frágil, y finalmente lo verán partir.

Así nos lo narra el Evangelio según San Lucas.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos.

Así estaba escrito.

El Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.

Ustedes son testigos de esto.

Yo les enviaré lo que mi Padre ha prometido.

Ustedes, quédense en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza de lo alto.

Después, los sacó hacia Betania, y levantando las manos, los bendijo.

Y mientras los bendecía, se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.

Ellos se postraron ante él, y se volvieron a Jerusalén con gran alegría, y estaban siempre juntos.