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Capítulo 2 - El Silencio del Ganado (Parte 2: El Eco en la Niebla)

Capítulo 2 - El Silencio del Ganado (Parte 2: El Eco en la Niebla) 24121

28/5/2025 · 18:42
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Sumérgete más en el misterio. En "El Silencio del Ganado (Parte 2: El Eco en la Niebla)", la verdad se esconde entre las sombras. Ethan y Maya siguen las pistas del X-33, pero la densa niebla de Havenwood guarda secretos más oscuros de lo que imaginan. El eco de los extraños eventos los envuelve. ¿Podrán desentrañar el silencio antes de que sea demasiado tarde? 2qs6s

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X-33. Capítulo 2. El silencio del ganado. Havenwood. Parte 2. El eco en la niebla.

El amanecer, que en otras circunstancias habría traído consigo la promesa de un nuevo día y la disipación de las sombras, en Havenwood sólo reveló un velo de niebla más denso. La luz del sol se filtraba débilmente, tiñendo el ambiente de un gris lechoso que distorsionaba las formas y ahogaba los sonidos. Izan y Maya, de vuelta en la relativa seguridad del viejo Sedan, sintieron cómo la adrenalina comenzaba a disiparse, dejando paso a un agotamiento profundo y a una comprensión escalofriante. Habían visto algo que desafiaba su entendimiento. Algo que no debería existir.

La imagen de la oveja vacía, succionada por aquella esfera orgánica, se repetía en sus mentes como una película de terror. El simple hecho de llamarlo «objeto volador no identificado» se quedaba corto, patéticamente corto, para describir la sofisticación brutal y la eficiencia aterradora de lo que acababan de presenciar. Izan, voz baja, casi un murmullo, con la mirada perdida en la niebla que se extendía fuera de la ventanilla.

Nunca, nunca imaginé algo así. No es lo que creíamos. Es… otra cosa. Maya, con los dedos aún tocándose la frente, donde la exploración de la esfera había dejado una extraña sensación de hormigueo, su voz tensa pero firme. Es una tecnología orgánica, Izan, o algo que imita la vida. Y no busca solo llevarse. Busca… el vacío.

Los datos. Necesito entender qué energía usa, cómo se camufla, cómo nos detectó.

Se quedaron en silencio un largo rato, cada uno procesando el impacto de lo vivido. El miedo era palpable, una neblina propia que se mezclaba con la del exterior. Pero la revelación también había avivado la llama de su determinación. No podían irse. No ahora. Habían visto la prueba definitiva de que sus padres no habían desaparecido por casualidad, sino que habían sido víctimas de algo real, tangible y horriblemente metódico. Decidieron esperar. El cansancio era abrumador, pero el riesgo de ser vistos en la noche por la entidad o por algún lugareño tras la alerta era mayor.

Izan intentó dormir un poco, recostando la cabeza en el reposacabezas. El sueño no venía, solo imágenes fragmentadas de la esfera azul y el cuerpo inerte de la oveja. Maya, por su parte, aprovechó el tiempo para intentar analizar las pocas muestras de tierra que había recolectado del claro, usando un pequeño microscopio de mano que llevaba en su kit. También intentó purgar y recalibrar sus sensores electromagnéticos, que seguían marcando niveles anómalos aunque menos intensos que en el punto cero. Con las primeras luces del amanecer, cuando la niebla se volvió un poco más tenue, decidieron infiltrarse en el pueblo.

El plan era sencillo. Observar, escuchar, recopilar información sobre los incidentes sin levantar sospechas. Izan, con su habilidad para el camuflaje social, se transformaría en un reportero independiente, investigando extraños fenómenos meteorológicos que afectaban a la región. Maya, como su asistente técnica, se encargaría de la recolección de datos y el análisis discreto. Se bajaron del coche, estirando sus músculos doloridos. El aire frío y húmedo les despertó un poco. Izan ajustó una gorra de béisbol baja sobre sus ojos y se puso una chaqueta con un logotipo de una cadena de noticias local falsa que Maya había diseñado.

Maya se ató el pelo en una coleta apretada y se puso unas gafas sin graduación, dándole un aire más formal. Cargaron sus mochilas, llenas de cámaras discretas, grabadoras de audio miniaturizadas y los sensores de Maya, ocultos en estuches de aspecto inocente. El pueblo de Cavenwood era pequeño, de esos que parecen atrapados en el tiempo. Calles estrechas, casas de piedra con tejados de pizarra, una plaza central con una pequeña fuente y una iglesia antigua. La gente empezaba a despertar, saliendo de sus casas para ir al trabajo o a la tienda local.

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