La creación lírica de Piedad Bonet 3d655t

Entre lo que veo y digo, entre lo que digo y callo, entre lo que callo y sueño, entre lo que sueño y olvido, la poesía, la poesía toda.

Con los primeros versos del poema Decir, Hacer, del escritor mexicano Octavio Paz, se revela un tiempo especial en Radio Enciclopedia con la lírica universal.

Si usted gusta de este género literario, ha llegado al sitio exacto, le invito a que me acompañe.

Ya comenzamos, es La Poesía Toda.

Para tus ojos quisiera yo beber el agua dulce azuge y amanecer cubierta de polvos de metales como una joven faraona muerta, robarle su color a los almendros y hundiéndome en el lodo feroz de los pantanos, lustrar mi desnudez para tus ojos, recuperar la luz de las espadas y hacerlas batallar en mis pupilas, tornarme espléndida como una esclava etrusca cuya cabeza calma perturba el sueño de los mercaderes como iracunda araña al sol del mediodía, como la dentadura feroz de los guerreros, como el líquido despertar matutino de las dianas.

Pero todo esto no es sino literatura y debo resignarme a sonreírte sin existir, quizás, para tus ojos.

Inició esta noche el espacio lírico por excelencia de Radio Enciclopedia, La Poesía Toda, con el título Confesión, poema escrito por la poeta colombiana Piedad Bonet.

Esta escritora oriunda de Colombia nació en el municipio de Amalfi en el año 1951.

Posee varios títulos académicos, entre los que destaca la licenciatura en filosofía y letras, y desde 1981 ha dictado conferencias en la misma universidad donde se graduó.

Paralelamente ha cultivado la lírica, la narrativa y el drama.

Como crítica literaria y promotora cultural, ha realizado igualmente una encomiable labor, especialmente sobre la creación poética en su país.

La bienvenida para usted a la noche dominical de Radio Enciclopedia.

Continuamos con otro poema de la colombiana Piedad Bonet, esta vez el titulado Soledades.

Exacto y cotidiano, el cielo se derrama como un oscuro vino, se agazapa a dormir en los aguanes, endurece los patios, los postigos, enciende las pupilas de los gatos.

En las mezquinas calles minuciosos golpean los pasos de la frágil solterona que sabe que no hay luz en su ventana.

En el aire hay olor a cola hervida y detrás de la ropa que aporrea la piedra, un canto de mujer abre la noche.

Es la hora en que el joven travesti se acomoda a los senos frente al espejo roto de la cómoda y una muchacha ensaya otro peinado y echa esmalte en el hueco de sus medias de seda.

Abre la viuda el clóset y llora con urgencia entre trajes marrón y olor a naftalina y un pubis fresco y unos muslos blancos salen del maletín de la gente viajero.

Un alboroto de olla revuelca la cocina del restaurante donde un viejo duerme contra el sucio papel de mariposas, mientras como una red sin agujeros nos envuelve la luz.