
Domingo VII T.O: "Maximizar" el Amor. 6m2934
Descripción de Domingo VII T.O: "Maximizar" el Amor. 6y6cp
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! El Evangelio de este domingo (cf. Lc 6, 27-38) se refiere a un punto central y característico de la vida cristiana: el amor por los enemigos. Las palabras de Jesús son claras: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen» (versículos 27-28) ). Y esto no es una opción, es un mandato. No es para todos, sino para los discípulos, que Jesús llama “a los que me escucháis”. Él sabe muy bien que amar a los enemigos va más allá de nuestras posibilidades, pero para esto se hizo hombre: no para dejarnos así como somos, sino para transformarnos en hombres y mujeres capaces de un amor más grande, el de su Padre y el nuestro. Este es el amor que Jesús da a quienes lo “escuchan”. ¡Y entonces se hace posible! Con él, gracias a su amor, a su Espíritu, también podemos amar a quienes no nos aman, incluso a quienes nos hacen daño. De este modo, Jesús quiere que en cada corazón el amor de Dios triunfe sobre el odio y el rencor. La lógica del amor, que culmina en la Cruz de Cristo, es la señal distintiva del cristiano y nos lleva a salir al encuentro de todos con un corazón de hermanos. Pero, ¿cómo es posible superar el instinto humano y la ley mundana de la represalia? La respuesta la da Jesús en la misma página del Evangelio: «Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso» (vers. 36). Quien escucha a Jesús, quien se esfuerza por seguirlo aunque cueste, se convierte en hijo de Dios y comienza a parecerse realmente al Padre que está en el cielo. Nos volvemos capaces de cosas que nunca hubiéramos pensado que podríamos decir o hacer, y de las cuales nos habríamos avergonzado, pero que ahora nos dan alegría y paz. Ya no necesitamos ser violentos, con palabras y gestos; nos descubrimos capaces de ternura y bondad; y sentimos que todo esto no viene de nosotros sino de Él, y por lo tanto no nos jactamos de ello, sino que estamos agradecidos. No hay nada más grande y más fecundo que el amor: confiere a la persona toda su dignidad, mientras que, por el contrario, el odio y la venganza la disminuyen, desfigurando la belleza de la criatura hecha a imagen de Dios. Este mandato, de responder al insulto y al mal con el amor, ha generado una nueva cultura en el mundo: la «cultura de la misericordia —¡debemos aprenderla bien! Y practicarla bien esta cultura de la misericordia—, que da vida a una verdadera revolución» (Cart. Ap. Misericordia et misera, 20). Es la revolución del amor, cuyos protagonistas son los mártires de todos los tiempos. Y Jesús nos asegura que nuestro comportamiento, marcado por el amor por aquellos que nos han hecho daño, no será en vano. Él dice: «Perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará [...] porque con la medida con que midáis, se os medirá» (vers. 37-38). Esto es hermoso. Será algo hermoso que Dios nos dará si somos generosos, misericordiosos. Debemos perdonar porque Dios nos ha perdonado y él siempre nos perdona. Si no perdonamos completamente, no podemos pretender ser completamente perdonados. En cambio, si nuestros corazones se abren a la misericordia, si el perdón se sella con un abrazo fraternal y los lazos de comunión se fortalecen, proclamamos ante el mundo que es posible vencer el mal con el bien. A veces es más fácil para nosotros recordar las injusticias que hemos sufrido y el mal que nos han hecho y no las cosas buenas; hasta el punto de que hay personas que tienen este hábito y se convierte en una enfermedad. Son “coleccionistas de injusticias”: solo recuerdan las cosas malas que les han hecho. Y este no es el camino. Tenemos que hacer lo contrario, dice Jesús. Recordar las cosas buenas, y cuando alguien viene con una habladuría y habla mal de otro, decir: “Sí, quizás... pero tiene esto de bueno...”. Invertir el discurso. Esta es la revolución de la misericordia. Que la Virgen María nos ayude a dejarnos tocar el corazón con esta santa palabra de Jesús, ardiente como fuego, que nos transforma y nos hace capaces de hacer el bien sin querer nada a cambio, hacer el bien sin querer nada a cambio, testimoniando en todas partes la victoria del amor. 6p655
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¡Buceando el Evangelio! Pues todos bienvenidos a un episodio de Buceando el Evangelio. Hoy domingo séptimo del tiempo ordinario y comenzamos como siempre escuchando el Evangelio que Isa Lucas nos regala. Dijo Jesús a sus discípulos a vosotros los que me escucháis os digo amad a vuestros enemigos. Haced el bien a los que os odian. Bendecid a los que os maldicen.
Orad por los que os calumnian. Al que te pegue una mejilla, preséntale la otra. Al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. Al que te pide, dale. Al que se ve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos los traten, por si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman.
Y si sólo hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de los que esperéis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores con intención de cobrárselo. Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada, sea grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso, no juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y seréis perdonados, dad y se os dará. Os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida que midáis se os medirá a vosotros.
Saludos a todos vosotros y a vuestras familias. Y en el Evangelio podemos encontrarnos como un amor suicida. ¿Por qué digo suicida? Porque cuando hablamos del amor es una palabra muy utilizada, pero a la vez muy mal utilizada. El amor aparece en las películas, en el cine, en la poesía, en la literatura, en la vida coloquial. Es la palabra incluso más utilizada, pero muy mal utilizada, muy mal empleada. Porque es que eso nos habla de amar no con ese mínimo humano. No amo si me aman, no doy si me dan, doy porque me dan.
Es el que ama sabiendo que ha sido primero amado, sabiendo que ese amor no es mérito nuestro. Es un amor que nunca vamos a corresponder, jamás. El amor de Dios es un amor nunca correspondido, nunca. Es un amor libre, gratuito, pero no barato. Porque el amor de Dios sabemos dónde se expresa en su máxima expresión, dónde lo encontramos. Jesús crucificado es el amor en mayúsculas, el amor puro, el amor libre, gratuito, pero no barato. Es decir, caro. Le costó la vida al Hijo de Dios, es decir, a Jesús. Este amor que Jesús nos pide que
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