En solitario 2: El vacío existencial 581ic

Bienvenidos a la mente y sus cicatrices, soy Pablo de Lorenzo, psicólogo experto en trauma y acoso, y hoy en este especial vacaciones quiero hablar un poquito sobre las consecuencias que tiene en la psique la falta de sentido vital.

Es uno de los temas que más impacto realmente tiene en la práctica clínica, aunque a veces pase bastante desapercibido. No hablamos sólo de una crisis existencial puntual, sino de un vacío persistente que aparece cuando una persona ya no encuentra un motivo claro para levantarse por las mañanas o proyectarse hacia un futuro. Este tipo de vacío, al que Víctor Frankl se refería como vacío existencial, tiene implicaciones muy serias en la salud mental.

Voy a exponeros un poquito las consecuencias más comunes que podemos encontrar en clínica sobre las consecuencias que tiene este vacío existencial.

En primer lugar, encontramos desgaste emocional, pérdida de interés por la vida cotidiana y un apagamiento.

Cuando desaparece el sentido, lo primero que se afecta es la motivación básica. Las actividades que antes daban placer o despertaban curiosidad pierden su valor. El sujeto siente que todo es monótono, plano, irrelevante.

Esta desactivación suele confundirse con la depresión y, aunque muchas veces van de la mano, el origen está más ligado al sinsentido que un trastorno del estado de ánimo, propiamente dicho.

Por otro lado, encontramos también que hay una ansiedad difusa, una sensación de estar perdido. Otra consecuencia frecuente es esta aparición de ansiedad sin un objetivo claro. No se trata del miedo, algo concreto, sino una especie de incomodidad vital, una sensación de no saber qué se está haciendo con la propia vida. A veces esta angustia se manifiesta con síntomas físicos, otras con insomnio, inquietud o pensamientos repetitivos.

Es como si el sistema nervioso hubiera estuviera activado buscando una dirección que no encuentra, como un gps que no termina de conectarse. También va a darse una desconexión del entorno y de uno mismo, ya que muchas personas que atraviesan esta pérdida de sentido aparece algo parecido a la despersonalización.

Es como un síntoma disociativo. Sienten que están actuando por inercia, como si fueran espectadores de su propia vida.

No es raro escuchar frases tipo me miro desde fuera, o siento que no estoy realmente aquí.

Esta especie de niebla mental suele ser una defensa ante el vacío existencial, una forma de protegerse de una realidad que ya no les resuena, que ya no va con ellos.

Por otro lado encontramos también que va a producir parálisis o pasividad crónica.

Cuando no hay metas, cuando todo da igual, es fácil caer en la indecisión constante.

Las personas en ese estado tienen dificultades para elegir, para comprometerse, para hacer planes. Muchas veces se sienten como si estuvieran flotando sin dirección.

Y esto a su vez les lleva a dudar de sí mismos, a perder confianza y a erosionar su propia identidad.

Va a haber una evasión a través de adicciones o compulsiones.

En este intento de escapar de ese malestar, es habitual que las personas que se sienten así, se refugien en conductas que les traen una calma, aunque sea artificial, ya que son conductas evasivas o adictivas. Como hemos dicho muchas veces, desde el abuso de sustancias hasta el consumo excesivo de pantallas, comida, sexo o trabajo, puede distraer a la mente de lo que le angustia.

Lo importante aquí no es tanto el objeto de la adicción, sino su función, que es llenar un hueco que ya no se llena con cosas, sino con sentido.

A veces, esto puede llevar a ir hacia un suicida, en los casos que más profundamente se ven afectados. En situaciones donde esta sensación de vacío se vuelve insoportable y no aparece alternativa clara, puede emergir la adicción.