Escalofriante presenta : ADA DIM LALARTU, Segunda Parte, por Umbriel Korvo 1dj6k

Con grandes aleteos los demonios alzaron vuelo al unísono con un desesperado sentido de urgencia la muchacha se arrastró fuera de las ruinas que habían sido su hogar sintiendo como sus costillas expuestas se trababan contra el suelo y en un titánico esfuerzo final se dejó caer hasta hundirse en las aguas del canal rogando llegar hasta el Eufrates. Adadim lalartum segunda parte. Por un briel corvo. Intentando no perder la conciencia Kisikil se sentía arrastrada suavemente por la corriente del río Eufrates en algún momento vio o creyó ver las siluetas de los horrendos Aksukalaga volando en círculo recortadas en el firmamento nocturno. Trató de sumergirse hasta el fondo aún sabiendo que dejaría un largo rastro de sangre en el agua. La herida provocada por la zarpa del demonio era extremadamente profunda.

Kisikil comprendía que estaba desangrándose muy rápido cuando sintió que sus pulmones explotaban salió a la superficie esperando que las bestias se abatieran sobre ella. No ocurrió aparentemente se habían marchado. Las había engañado. Entre sus ropas Kisikil conservaba las tablillas musenauso que había fingido arrojar lejos. Así sin demasiado éxito Kisikil intentó esbozar una sonrisa. Iba a hundirse nuevamente esta vez en forma definitiva. Ya no tenía fuerzas para nadar hasta la orilla que se le antojaba lejanísima a una distancia infinita. Sentía que la vida se le escapaba por la herida. Bruscamente sintió que algo la envolvía atrapándola. Perdió el sentido por un momento luego entre abriendo los ojos se encontró siendo arrastrada por el limo pegajoso de la ribera oscura apartando lodo y pequeños crustáceos mientras alguien tiraba de la red.

El último pensamiento que se le cruzó por la mente fue recordar lo mucho que a su hermana le gustaba pescar. Despertó bañada en sudor y ardiendo de fiebre. La voz lenta y pausada de una sipu le repetía una y otra vez que la sanación espiritual llegaría con el arrepentimiento pues sus males habían sido causados por fuerzas demoníacas y espíritus malignos debido principalmente a los pecados que sin duda había cometido. Entretanto un callado Asu utilizaba un ensangrentado escalpelo de bronce intentando lograr con éxito la fijación quirúrgica de sus costillas y Sikil reconoció el aroma intenso del Julgil que le habían suministrado. Ella no quería ni necesitaba todo eso ni exorcismos ni rituales lo que requería era una rápida cauterización y algunas hierbas que radicarían el dolor y la pestilencia de las impurezas del río.

Intentó hablar pero los efectos del potente somnífero hicieron inútiles sus esfuerzos. La conciencia fue regresando a ella muy lentamente algún tiempo después. El intenso dolor se había apaciguado un poco. Aparentemente luego de vendar su torso con vendas impregnadas en miel la envolvieron en una túnica de tela muy vasta y la trasladaron cargándola hasta lo que supuso era un sótano de grandes proporciones apenas iluminado por un par de antorchas chisporroteantes ubicadas a los lados de un pesado asiento de piedra. Con mucho cuidado la dejaron recostada allí. Alguien con una voz cascada le preguntó su nombre y Sikil intentó concentrarse e hizo un esfuerzo por contestar. Forzando la vista logró enfocar el rostro de un anciano marcado por mil arrugas y ojos de un brillo sombrío.