Fundación de Britania: La Épica Batalla de Bruto contra los Gigantes 615b26

En los albores de una tierra que más tarde sería llamada Britannia, mucho antes del reinado del noble Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda, navegó desde las costas de la antigua Troya un valiente príncipe llamado Bruto.

Hijo del infortunado Silvio y nieto del gran Eneas, Bruto huyó de su tierra natal tras un fatídico accidente, buscando un nuevo destino guiado por los oráculos de los dioses.

Tras largos viajes por mares desconocidos, Bruto y su creciente compañía de troyanos llegaron a una isla occidental, un lugar de verdes colinas y ríos serpenteantes, escasamente poblado por una raza de seres colosales y temibles, los gigantes.

Estos seres de fuerza descomunal y de emperamento salvaje eran los señores de aquella tierra, vagando por sus páramos y erigiendo toscas fortalezas de piedra.

Al desembarcar sus naves, la presencia de los troyanos no pasó inadvertida.

Los gigantes, alarmados por la llegada de estos hombres venidos del mar, contemplaron con furia a los recién llegados que osaban pisar su dominio.

Pronto, la tensión escaló hasta el inevitable conflicto.

Los primeros encuentros fueron desiguales.

La fuerza bruta de los gigantes superaba la complexión de los hombres de Bruto.

Sin embargo, los troyanos poseían la astucia y las armas forzadas con el conocimiento de las civilizaciones antiguas, una ventaja que pronto se haría sentir.

Bruto, el líder carismático y de estrategia hábil, arengó a sus hombres recordándoles su noble linaje, y la promesa de una nueva patria.

Organizó a sus guerreros enseñándole tácticas para enfrentarse a enemigos de tamaño superior, utilizando la agilidad y la sorpresa como sus principales armas.

Las batallas se sucedieron a lo largo y ancho de la isla.

Los gigantes, confiados en su poderío físico, se lanzaban al ataque con una furia ciega.

Pero los troyanos, con determinación y coraje, los enfrentaban con ingenio y disciplina.

Poco a poco, la balanza comenzó a inclinarse.

Las lanzas troyanas encontraban los puntos débiles en la tosca armadura de los gigantes.

Y sus espadas cortaban la carne de los colosos.

Entre los compañeros de Bruto destacaba Corineus.

Un guerrero de fuerza casi legendaria, incluso entre los propios troyanos.

Su valentía y su furia en la batalla eran incomparables.

Fue él quien se enfrentó al más formidable de los gigantes, el temido Gog Magog.

Ese monstruo era de una estatura y ferocidad tales que aterrorizaba a todos.

El duelo entre Corineus y Gog Magog se convirtió en un combate épico.

Un choque de titanes en una escala diferente.

Gog Magog intentó aplastar a Corineus con sus enormes .

Pero el troyano, ágil y astuto, esquivaba sus golpes y contraatacaba con una tenacidad inquebrantable.

Finalmente, en un enfrentamiento cerca de un alto acantilado, Corineus, con un esfuerzo supremo, arremetió contra Gog Magog y lo arrojó con toda su fuerza al vacío, estrellándolo contra las rocas del mar.

Con la derrota de su líder más poderoso, los gigantes restantes fueron diezmados o huyeron a las regiones más remotas y salvajes de la isla, dejando paso a los troyanos para establecer su asentamiento.

Bruto, en honor a sí mismo, nombró a la tierra Britannia y a su capital, Troya la Nueva, más tarde conocida como Londres.

Así, la llegada de Bruto y la derrota de los gigantes marcaron el inicio de una nueva era para la isla.

Un preludio mítico a las gloriosas y trágicas historias que se desarrollarían siglos después, bajo el reinado del legendario rey Arturo.

La memoria de los gigantes, sin embargo, perduraría en el folclore de la tierra.

Un recordatorio de los tiempos primordiales y la lucha por forjar una nación.