Galileo Galilei: El genio que hizo girar al mundo (y a la Inquisición también) 🔭🔥 4e5x4m

Bienvenidos a Entrevistas Científicas Imposibles, el único podcast donde lo improbable se vuelve inevitable y lo imposible pues… lo entrevistamos.

Hoy viajamos al siglo XVII, época de pelucas incómodas, mapas con monstruos marinos y una iglesia con poca paciencia para opiniones astronómicas.

Nuestro invitado no necesita presentación, pero la va a tener igual, porque si no, seguro se queja desde el más allá.

Estamos hablando del hombre que se atrevió a mirar al cielo y decirle a la Tierra, tú no eres el centro de nada, señora.

Matemático, físico, astrónomo, filósofo y maestro del sarcasmo con telescopio en mano, él desafió a Aristóteles, incomodó a Cardenales y prácticamente inventó el te lo dije científico.

Sí, sí, señoras y señores, hoy tenemos con nosotros, en exclusiva para este humilde pero valiente podcast, al padre de la ciencia moderna, el hereje favorito de la razón, el inventor del spoiler cósmico más grande de la historia, Galileo Galilei.

¡Galilei! ¡Epures y mueve! Dicen que lo murmuró tras ser obligado a retractarse.

¿Verdad? ¿Mito? ¿Leyenda? Hoy lo sabremos.

Eso sí, traigan café fuerte, porque Galileo no da respuestas fáciles, y a veces tampoco educadas.

Comencemos esta entrevista imposible con el hombre que puso a girar al mundo, literalmente.

Bueno, maestro Galileo, entremos en materia.

Usted vivió en una época donde la ciencia era más peligrosa que cazar dragones sin pantalones.

Cuéntenos, ¿cómo era su día a día como científico en la Italia del siglo XVII? Ah, il mio caro, imagínate esto.

Me levanto con el canto de los pájaros, o de algún estudiante quejándose.

Desayuno pan duro con vino barato.

Y luego me encierro en mi estudio con mis instrumentos, pergaminos y más paciencia que un santo.

Eso sí, no tenía bata blanca.

Yo trabajaba con túnica, pluma y terquedad.

¿Y su laboratorio? ¿Todo ordenado y lleno de aparatos como en las pelis modernas? Por favor.

Mi laboratorio era una mesa de madera, una lámpara de aceite y un telescopio que me construí con más ensayo-error que manual de Ikea.

Y eso sí, polvo.

Mucho polvo.

Pero no el cósmico, ¿eh? El de verdad.

¿Y hablando de telescopios, qué sintió la primera vez que vio los cráteres de la luna? Me emocioné tanto que casi me caigo de la silla.

Hasta entonces todos pensaban que la luna era lisa y perfecta, como el trasero de un querubín.

Pero, sorpresa, era más accidentada que una calle de Roma.

Claro, eso no le hizo ganar muchos amigos, ¿verdad? No, no.

Especialmente entre los filósofos aristotélicos.

Qué gente más sensible.

Uno me dijo, lo que ves con ese aparato no puede ser real.

Y yo le respondí, pues pruébalo tú mismo, genio.

¿Y sabes qué hizo? Se negó a mirar.

Ni siquiera se asomó.

Increíble.

Si Aristóteles lo dijo, no se podía tocar.

Qué conveniente.

Valiente sí que era, maestro, pero ¿no le daba miedo enfrentarse al poder de la iglesia? Miedo sí, pero más miedo me daba la ignorancia institucionalizada.

Y además yo no decía, esto es así.

Yo decía, mira por el telescopio, hombre.

¿Quién iba a pensar que sugerir que la tierra gira te manda al rincón de pensar? Durante años.

¿Y es cierto que murmuró, e pur si mueve, después de retractarse? Digamos que si lo dije, fue en voz tan baja que ni los ángeles lo oyeron.

Pero entre tú y yo, sí, lo pensai.

E come se lo pensai.

Fantástico.

Entonces usted fue el primer científico en ser cancelado, con arresto domiciliario incluido.

Exactamente.

Y sin Netflix.

Solo libros, pensamientos y más pensamientos.