Hablamos con la Fundación Damasquinado de Toledo y Ediciones San Pablo nos cuenta las novedades editoriales de este mes 334v3m

Hola, vamos que llegamos tarde. ¿A dónde? Al aperitivo. ¿A qué hora es? Los miércoles a las doce y cuarto. ¿Con quién? Con Ana. ¿Dónde? En Radio Santa María de Toledo.

Ah sí, los miércoles a las doce y cuarto. El aperitivo con Ana Isabel Jiménez. ¡No te lo pierdas! El consumismo impulsivo que caracteriza a nuestro sistema de vida, además de ser insostenible ecológicamente y discriminatorio desde un punto de vista social y económico, provoca un desgaste vital que desestabiliza la existencia provocando ansiedad y adicción. El consumo de las emociones fomenta la tendencia a la autorreferencialidad narcisista y como consecuencia de ello a la atomización de la sociedad.

Frente al consumismo mimético y masificado, es imprescindible, para la supervivencia del planeta, virar hacia una forma de consumo que sea consciente y responsable, donde el consumidor sea capaz de discernir qué consume, cuándo debe consumirlo, por qué lo consume y cuánto debe consumir. Ello sólo es posible si tiene la audiencia de renunciar a los productos insostenibles desde el punto de vista medioambiental y tomar distancia de la erótica del consumismo que lo atraviesa todo. El consumo consciente emerge tíminamente como una nueva tendencia rupturista y que va a contracorriente de las directrices del sistema, cuyo objetivo es que el ciudadano consuma cuanto más mejor y desde cualquier rincón del planeta.

Frente a este consumismo compulsivo y espasmódico que tantos beneficios da a algunas grandes corporaciones, la aparición de una forma de consumir racional, responsable, crítica y sostenible constituye una pequeña luz de esperanza en un universo donde el consumismo mimético y gregario campa sus anchas, tanto en el marco digital como en el analógico, como si de un virus se tratara. No podemos predecir si esta tendencia emergente, de tipo minimalista y sostenible, se convertirá con el tiempo en una práctica de masas, pues no podemos elaborar perspectivas a largo plazo, pero sería lo deseable dada la situación crítica del planeta, tanto desde el punto de vista ecológico como social, pero eso solo es posible si se da un cambio de consciencia global.

Comprar de un modo veloz y lo más económico posible constituyen las dos claves del consumismo gregario. Da igual lo que se compre, da igual si es necesario o no, la cuestión es consumir, apagar la sed de tener, satisfacer la pulsión posesiva. Hace mucho tiempo que el concepto de necesidad se ha relativizado en las sociedades de la abundancia. Consumimos porque está abundado, pero no porque se necesite el objeto de consumo. La distinción entre las necesidades de orden natural y artificial ha sido dinamitadas por los aires en el sistema.

Se han creado necesidades nuevas que el sujeto experimenta como si fueran esenciales, imprescindibles, naturales a su ser. José Ortega y Gasset ya se percató de este fenómeno en su meditación sobre la técnica, cuando hizo hincapié en la capacidad del sistema tecnológico para crear nuevas necesidades y hacerlo mucho más heterónomo y dependiente que en las sociedades artesanales.

Frente a ello, emerge un consumidor que antes de lanzarse impulsivamente a la compra del objeto, evalúa lo que compra, observa la trazabilidad del objeto y los peajes sociales y ecológicos que han tenido que pagar los trabajadores que lo han elaborado, así como las heridas que ha causado la naturaleza.

El consumo responsable empieza a latir, pero el estruendo del consumismo compulsivo es muy superior. Sin embargo, cabe mantener la esperanza de que este vector cobrará fuerza y vigor y se convertirá en una tendencia general. El consumismo no colma las expectativas de felicidad del ser humano, no logra acallar la voz del vacío que experimenta en su ser, porque el objeto del consumo siempre es insuficiente.

Puede procurar placer, confort, bienestar, pero en ningún caso colma el deseo de plenitud.