
La Jungla con J.A. Abellán (Miércoles 04 Junio 2025- 5ª Hora) u6n1q
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La Jungla de Jose Antonio Abellán, en La Jungla Radio. El desayuno más salvaje, cada mañana en La Jungla Radio con José Antonio Abellán, de 6 a 11h. 4j4l3y
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Son las diez de la mañana, las nueve en Canarias.
Nuevamente es los martes, ha sido desajustes el miércoles.
Hola, Cristian Escudero, buenos días.
Muy buenos días, José, ¿cómo estás? Bien, ansioso de escucharte y de que me cuentes la aventura de Taylor Swift, que ha pasado con los derechos que ha tenido, con la baja a resumir, ¿no? Sí, sí, han pasado cositas, concretamente, la semana pasada sucedió algo que sacudió de lleno con la industria discográfica y, bueno, puso fin a uno de los pleitos más mediáticos de la música global de los últimos años.
Tiene que ver con, como tú bien decías, con la generalísima del pop, con Taylor Swift, y la batalla más importante de su vida, la de los derechos de sus canciones.
Es complicado de explicar, pero a ver si soy capaz de resumirlo todo en este conflicto de forma clara.
Empezando con el principio, cuando Taylor Swift empezó la música, firmó con un sello llamado Big Machine Records.
Ella tenía 15 años y cara de que se iba a comer el mundo con un ukelele, pero como en todas las historias de chica joven firma contrato, pues ese contrato venía con trampa, al igual que todos los contratos discográficos, que son básicamente contratos salomónicos, ¿no? Big Machine era dueña de los derechos de sus primeros seis discos y esto significaba que ella no podía controlar ni dónde sonaban, ni cómo se usaban sus discos o sus canciones, ni mucho menos cobrar en condiciones por ello.
Bueno, pues un día, en 2019, la bomba explotó.
El catálogo completo de Taylor Swift fue vendido a Scooter Braun, que, bueno, este hombre es el mánager de Justin Bieber, Ariana Grande y Kanye West.
El caso es que Taylor Swift no pudo evitar la venta ni tampoco comprar sus canciones.
¿Y sabes qué hizo? Pues lo regrabó todo.
La Taylor's version, ¿no? Una idea brillante, legal y de una pasivoagresividad maravillosa.
Cada vez que saca uno de sus álbumes regrabados, es como decirle a Scooter, mira, ¿te acuerdas de mis discos? Pues ahora tengo otros iguales, pero míos, y tú te comes los originales con patatas.
Porque, claro, ahora los fans, que son como una especie de secta con máster en abogacía, solo escuchan las versiones de Taylor.
Los streamings de los álbumes originales se han hundido más que la carrera de los Black Eyed Peas.
Y no solo eso, no solo los volvió a grabar, sino que los mejoró, los alargó, los expandió.
Altwell pasó de cinco minutos a casi once.
¿Por qué? Pues porque puede y porque duele más, ¿no? Y, ojo, esto no es solo una historia de una millonaria peleando con otra, esto es sobre el control de su propio trabajo.
Taylor quiso dar un mensaje claro, que si eres artista, tus canciones tienen que ser tuyas y eso ha inspirado a cientos de músicos, desde gente emergente hasta, con respeto, viejunos como Paul McCartney, que salió a decir que esto era como los Beatles 2.0, pero con más labial y con menos flequillo.
Y mientras todo esto pasaba, Taylor llenaba estadios, reventaba Spotify y ganaba más pasta que el Producto Interior Bruto de algunos países.
Y cada vez que escuchas Taylor's Versions, le das una hostia simbólica a Scott Brown.
Así que, bueno, bravo Taylor, ¿no? Porque no hay nada más punk que regrabar tus baladas con violines y hacer justicia social.
Pero aquí viene la guina del pastel, José.
El 30 de mayo, es decir, la semana pasada, Taylor anunció que había comprado los másteres de sus primeros seis álbumes, pagando unos 360 millones de dólares a Soundrock Capital, que es la empresa que los había adquirido de Brown en 2020.
Ahora, por primera vez, es la dueña absoluta de toda su música y en su declaración, Taylor dijo que estaba llorando de alegría y agradeció a sus fans por apoyarla en cada paso del camino.
Este movimiento, José, no solo es una victoria personal, sino que también es un hito en la lucha por los derechos de los artistas en la industria discográfica.
Taylor no solo ganó la guerra de los másteres, sino que también la convirtió en una saga.
Además, es que esto me recuerda mucho a un caso parecido que precisamente hubo con los Beatles, con los derechos de los Beatles, que los compró Michael Jackson.
De hecho, todavía Paul McCartney intenta rehacerse con los derechos de los Beatles.
Pero yo creo que esto es un tema que quizás tuvemos la semana que viene.
Pero no tiene nada que ver, porque la historia de Taylor Swift es preciosa. Hablas de los derechos de los discos.
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