"La Aldea de los Muertos" de Rudyard Kipling 6s3v5g

Vivo o muerto no hay otro camino proverbio indio no hay invención en este relato se topó por accidente con un pueblo de cuya existencia se tiene conocimiento cierto aunque tan solo sea el inglés que estuvo allí floreció en otro tiempo un lugar en cierta manera similar en los alrededores de calcuta se cuenta que si uno se adentra hasta el corazón dedican ir que es lo mismo que decir el corazón del gran desierto indio se encontrará no ya con un pueblo sino con una ciudad donde los muertos que no murieron pero que tampoco pueden vivir han establecido su cuartel general y siento del todo veraz que en este mismo desierto existe una maravillosa ciudad a la que se retiran los acaudalados prestamistas tras amasar sus fortunas fortunas tan vastas cuyos propietarios ni siquiera pueden confiar en la mano dura del gobierno para su protección que se refugian en las arenas resecas quienes conducen suntuosas calesas compran hermosas muchachas y decoran sus palacios con oro marfil madreperla y azulejos minton no veo razón alguna para que la historia de geeks no sea real es ingeniero de caminos entiende de mapas distancias y asuntos parecidos y no creo yo que se tomara la molestia de inventar trampas imaginarias podría ganar mucho más cumpliendo con su trabajo legítimo nunca introduce variaciones en su relato y se enardece y enfurece cuando recuerdas mi infame trato que recibió lo escribió primero de un tirón aunque he retocado algunos pasajes y añadí sus reflexiones morales así es como lo narró la aldea ante los muertos de racha kipling uh todo empezó con un ligero de fiebre mi trabajo me exigía pasar algunos meses al aire libre entre patatán y mubarak por una desolada franja de arena como probablemente sepa todo el que haya tenido la desgracia de estar allí mis criados no eran ni más ni menos exasperantes que otros y mi trabajo exigía la atención necesaria para evitar que me deprimí era caso de haber tenido una debilidad tampoco masculina el veintitrés de diciembre de mil ochocientos ochenta y cuatro me sentí febril había luna llena y los perros ladraban en los alrededores de mi tienda de campaña formaban tubos y tríos que me sacaban de quicio días antes había disparado yo a uno de los escandalosos cantantes y colgado sus restos interroguen a unos cincuenta metros de la carpa pero sus compañeros se lanzado sobre el cadáver pelearon por él y finalmente lo devoraron y me pareció que después entonaban sus himnos de acción de gracia tias con renovada energía el aturdimiento que acompañe a la fiebre no actúa del mismo modo en todas las personas tras un breve lapso de tiempo mi irritación dio paso a la firme determinación de sacrificar a una enorme bestia blanca y negra que habían llevado la voz cantante durante toda la tarde como me temblaba la mano