
"La Sombra sobre Innsmouth", de H.P. Lovecraft. Capítulo IV 5s4b29
Descripción de "La Sombra sobre Innsmouth", de H.P. Lovecraft. Capítulo IV 483t6u
Esta noche tenemos el privilegio de estrenar el cuarto capítulo de "La Sombra sobre Innsmouth", del escritor norteamericano H.P. Lovecraft. Queremos agradecer a las artes de Javier Prado (portada e ilustraciones interiores) Fran Fernández y Alva Aur , a las alquimias sonoras de Mario Cibreiro, a la maravillosa introducción y traducción de Javier Jiménez Barco, a Críptica Editorial y Costas de Carcosa. A Regino García, Jesús García y Miguel Garrido de Vega por creer siempre en esta locura que es Noviembre Nocturno Todavía podéis haceros con este grimorio en La boutique de Zothique !! Y Gracias a todos nuestros mecenas por hacerlo posible! ^(;,,;)^ https://boutiquedezothique.es/ Sigan al maestro Javier Prado en su canal de Telegram: t.me/JaviertPrado "La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido." H.P. Lovecraft "A comienzos de los años 30, Lovecraft comenzó a trabajar en la Sombra sobre innsmouth, aunque la ciudad de Innsmouth ya había aparecido mencionada de pasada al final del cuento Celephaïs, pero el autor la desarrolló en profundidad basándose en sus impresiones personales de la ciudad costera de Newburyport, en Massachusetts, que había visitado en 1923 y a la que volvió durante el otoño de 1931, mientras preparaba La Sombra sobre Innsmouth. De hecho, él mismo itiría después que Innsmouth no era sino «una visión considerablemente retorcida de Newburyport" Javier Jiménez Barco ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/11421 83s5c
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La sombra sobre Innsmouth. Cuarta parte. Apenas soy capaz de describir el estado de ánimo en que me sumió este lamentable episodio. Un episodio al tiempo absurdo y patético, grotesco y aterrador. El muchacho de la tienda de comestibles me había prevenido, pero la realidad había resultado ser igualmente inquietante.
Por pueril que resultara la historia, la insana vehemencia del viejo Zadok y su horror me habían transmitido un desasosiego que se unía a mi previa sensación de asco hacia la ciudad y su multitud de sombras intangibles. Ya tendría tiempo de analizar el relato y extraer el núcleo de la posible alegoría histórica, pero en ese momento lo que deseaba era quitarmelo de la cabeza.
La hora se había vuelto peligrosamente tardía. Mi reloj marcaba las siete y cuarto y el autobús hacia Arkham salía a las ocho de Town Square, de modo que intenté que mis pensamientos fueran tan prácticos y neutrales como fuera posible, mientras caminaba velozmente por las calles desiertas, plagadas de tejados derrumbados y paredes inclinadas, en dirección al hotel donde había dejado mi equipaje y donde encontraría el autobús.
A la dorada luz de la tarde, los viejos tejados y decrépitas chimeneas poseían un aire de mística mansedumbre, aunque no pude evitar mirar de vez en cuando por encima del hombro. Desde luego iba a estar encantado de perder de vista la hirionda y sombríamente aterradora Innsmouth, y desee que hubiera algún otro vehículo que no fuera el autobús conducido por ese tipo siniestro llamado Sargent. Pero tampoco eché a correr, pues había ciertos detalles arquitectónicos dignos de ver en cada silenciosa esquina, y calculé que podía cubrir la distancia necesaria en media hora con facilidad.
Estudiando el mapa del joven de la tienda y eligiendo una ruta que no había atravesado antes, cogí Marsh Street en lugar de State para llegar a Town Square.
Cerca de la esquina de Fall Street empecé a ver grupos dispersos de personas furtivas que susurraban entre sí, y cuando finalmente llegué a la plaza vi que casi todos los merodeadores se congregaban alrededor de la puerta de la casa Gilman, me pareció como si aquella miriada de ojos saltones, fijos y acuosos, me miraran de forma extraña mientras pedía mi maleta en el vestíbulo, y confié en que ninguno de aquellos tipos desagradables fuera mi compañero de viaje.
El autobús llegó pronto, traqueteando con tres pasajeros a bordo, poco antes de las ocho. Un tipo en la acera, un sujeto de aspecto siniestro, susurró unas pocas palabras inaudibles al conductor. Sargent sacó una bolsa de correo y un rollo de periódicos y entró en el hotel. Mientras tanto, los pasajeros, los mismos hombres que había visto apearse en Newburyport esa mañana, bajaron a la acera e intercambiaron entre sí algunas palabras guturales en un idioma que yo hubiera jurado que no era el mío. Subí al vehículo vacío y elegí el mismo asiento de antes, pero apenas acababa de sentarme cuando volvió a aparecer Sargent y comenzó a murmurar con una voz gutural particularmente repulsiva.
Por lo visto, habíamos tenido mala suerte. Algo iba mal con el motor, a pesar de lo poco que habían tardado en llegar desde Newburyport y el autobús no podía completar su trayecto hasta Arkham. No, no iba a ser posible repararlo esa noche, y tampoco había otro modo de conseguir transporte para salir de Innsmouth y afuera a Arkham o a donde fuera.
Sargent lo sentía mucho, pero yo tendría que alojarme en la casa Gilman. Probablemente el encargado me hiciera un buen precio, porque no se podía hacer otra cosa. Casi perplejo ante aquel obstáculo repentino y temiendo violentamente la llegada de la noche en esa ciudad oscura y decadente. Bajé del autobús y volví a descansar.
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