M51 MITOLOGIA ZEUS DIOS DE DIOSES.mp3 2w2a5d

Yo soy Zeus. Señor del trueno. Padre de dioses y hombres. Amo del cielo y juez supremo del Olimpo. Desde lo alto de mi trono, vigilo a los mortales y a mis iguales. Pues nada escapa a mi voluntad. Estoy, en cada sombra, en cada trueno, en cada susurro de los antiguos.

Y así, comienza la historia de los inmortales.

Episodio 1 Zeus. El que decide.

Soy Zeus, el que decide, el que observa desde el cielo, el que castiga, el que concede.

He visto nacer civilizaciones, y también, las he visto arder. Bienvenidos al principio de todo. Al primer relato, de los dioses inmortales del Olimpo.

Yo fui el último. El sexto hijo de Cronos. Devorador de su propia sangre. A mi padre, una profecía lo atormentaba. Que uno de sus hijos, lo destronaría. Y como el destino no puede ser evitado, intentó, tragarse el tiempo. Uno a uno, devoró a mis hermanos al nacer. Ea, Poseidón, Hades. A todos, encerró vivos en su estómago. Pero mi madre, Rea, se actuó de este ciclo. Me dio a luz, en secreto, en una cueva del monte Ida. Y engañó a mi padre, con una piedra envuelta en pañales. Una piedra, que aún yace, en Delfos. Como símbolo, de la gran mentira que cambió la historia.

Me criaron en el silencio del bosque. Las ninfas, me alimentaron con miel. Y una cabra, divina, llamada Amaltea. Me crió con su leche. Sus cuernos, hoy perdidos, fueron llamados con el tiempo. El cuerno de la abundancia. Y allí crecí. Y cuando estuve listo, me enfrenté a mi padre Cronos. Con ayuda de Metis, la diosa de la sabiduría oculta, hice que Cronos vomitara a mis hermanos, y juntos, desatamos la tierra de las guerras. La titanomaquia.

Diez años de oscuridad, y de caos. Montañas arrojadas como proyectiles. Océanos hirviendo.

Rayos, fuego, y odio, entre generaciones divinas. Pero al final, nosotros vencimos.

Tras nuestra victoria, el cosmos quedó dividido. Yo tomé el cielo, el reino más alto. Mi hermano Poseidón, heredó los mares. Y Hades, el mundo subterráneo, oscuro y silencioso.

Pero no nos engañemos, el cielo no es solo aire. El cielo es poder. Y desde allí, todo lo puedo ver. Todo lo puedo decidir. Hice del monte Olimpo mi trono y mi corte de inmortales.

Dioses, semidioses, héroes muertos y eternos. Yo soy su rey, por voluntad. Mi rayo no es solo fuego, es justicia y límites. Lo obtuve de los díclopes a quienes liberé de Pártaro.

A cambio, me dieron esta arma, que ni siquiera la noche puede apagar. Un solo gesto basta para silenciar ciudades y detener ejércitos. Con él, fulminea a los rebeldes, como a los gigantes que estalaron el cielo. A Tifón, el monstruo de cien cabezas, lo sepulté bajo lezna. Cuando ruge, recordad que no es la tierra. Es él, atrapado, gritando de odio hacia mí. Pero el destino nunca descansa.

La profecía me persigue, como lo hizo con mi padre y con el padre de mi padre. Esta profecía dice que uno de mis hijos me arrematará el trono. Y por eso, decidí devorar a Metis, la diosa sabia, cuando me enteré de que sería su hijo quien se enfrentaría a mí. Y no me equivoqué, porque de mi cráneo, tras un grito cósmico, nació Atenea. Armada, perfecta, completa, más sabia que cualquier otro ser. Y la mantengo cerca, y no olvido.