
Descripción de Narciso Ibáñez Menta Actor Español l6n6h
Narciso Ibáñez Menta (Sama de Langreo, Asturias, 25 de agosto de 1912-Madrid, 15 de mayo de 2004). Fue un actor y director teatral español. Es reconocido en la ficción de terror en países de habla hispana como Argentina, Uruguay y España. En 1933, en Buenos Aires, se inició en el género de terror que le iba a dar la fama, con una adaptación teatral de Doctor Jekyll y Mr. Hyde, seguida de una puesta en escena de El fantasma de la ópera. En Argentina protagonizó diecisiete películas, entre ellas El que recibe las bofetadas (1947), dirigida por Boris H. Hardy, y protagonizada junto a su cuñado Juan Serrador. En este país se transformaría en una leyenda del género de terror: actuó en películas como Una luz en la Ventana (1942), La bestia debe morir (1952), junto a Nathán Pinzón, además de Obras maestras del terror (1960). Dirigió varias obras y trabajó también como guionista de radio y televisión. Uno de sus mayores éxitos en TV fue El hombre que volvió de la muerte (1969). Gran irador de Lon Chaney, aprendió a maquillarse de la misma manera, creando caracterizaciones en las que apenas era reconocible, como cuando interpretó a Elmer Van Hess, el protagonista de la serie televisiva argentina. El hombre que volvió de la muerte, aunque ya había hecho cosas similares para el cine. Es el Padre de Narciso Ibáñez Serrador, actor, dramaturgo y director de programas de televisión, con quien colaboró en numerosas ocasiones. Comenzó su labor en Estudio 3 de TVE, interpretando distintas obras, siendo algunas de las más importantes: El hombre y la bestia y El asfalto; aunque la popularidad le vino de la serie Historias para no dormir, dirigida por su hijo, fama que confirmaría después con ¿Es usted el asesino? dirigida por él mismo. Además, realizó obras de teatro universal en el ciclo Estudio 1 de TVE. 4v1z31
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Narciso Ibañez Menta nació en Asturias el 25 de agosto de 1912.
Fue un actor y director teatral español que además fue muy reconocido en la ficción de terror en países de Latinoamérica como Argentina y Uruguay.
Y siempre fue un verdadero apasionado de la interpretación.
Creo que si me mantengo todavía en esta profesión, para mí única, es por algo más que por la costumbre o por la inercia de haber empezado de pequeño.
Sino por una necesidad.
Lo que me salvó de esa cosa horrorosa que es ser niño prodigio, que es una desgracia que le puede pasar a cualquiera, fue porque aquello que hacía era una necesidad mía hacerlo.
No porque me exhibieran como el niño que hace una gracia.
Fue un actor multidisciplinar, trabajó en el teatro, en el cine y en la radio y escogía siempre los proyectos bajo el mismo criterio.
El espectáculo que prefiero es siempre aquel que sea bueno dentro de la gama de espectáculos que configuran mi carrera.
Empezando por la espina dorsal, o sea, el teatro, el cine luego, la televisión, la radio.
Aquel espectáculo que sea bueno, ya sea el que sea, en radio, en televisión, en cine o en teatro, es el que me gusta.
Murió a los 92 años en Madrid tras una vida dedicada a la interpretación, como él decía que debía ser la vida del artista.
Y acaba de cumplir años otro.
Acaba de morir un muchacho para dolor del mundo que se llamaba Pablo Picasso.
Y acaba de cumplir años otro chico que se llamaba John Miro.
Esa gente no se ha plantado en ninguna edad.
El artista, el que lleva dentro un mensaje, de una manera o de otra, necesita mucho tiempo, todo el tiempo de su vida, sea la que sea, para poder entregarlo.
Por lo tanto, no se puede plantar.
El plantarse en una edad determinada ya significa una posición de tipo externo, una especie de coquetería.
El artista no puede tener coquetería.
Eso lo puede tener un galán, que es una de las formas necesarias en el teatro o en el cine, pero muy efímera y muy pasajera.
Afortunadamente, en mi larga carrera, me tocó hacer muy pocos galanes, ya que di el salto inmediato de niño a personajes de composición.
Ya a los 13 años, hacía hombres de 50.
Era crítico con respecto a la sociedad de entonces, apelaba a la humildad como forma de estar en el mundo.
Siempre he opinado que la humanidad se sobreestima.
Somos demasiado vanidosos.
Creo que el mensaje que pudiera dejar, que no creo que me hiciera mucho caso, es que nos miráramos un poco más a nosotros y que tuviéramos un poco más de humildad.
Se casó con la actriz argentina Pepita Serrador, con quien tuvo su único hijo, Narciso Ibáñez Serrador, también actor, dramaturgo y director de programas de televisión española.
Ya en el año 73 despuntaba, pero para su padre sólo estaba en el principio del camino.
Si yo irara a ese señor, Narciso Ibáñez Serrador, sería como irarme a mí mismo, porque Chicho es mi absoluta continuidad, que es a lo que más puede aspirar un hombre en la vida, encontrar en su propio hijo, en su sangre, en su propia carne, la continuidad y la nueva sabia, y en algunos momentos y en algunas formas, mejorada.
Finalmente, ambos, padre e hijo, colaboraron en múltiples ocasiones, como en historias para no dormir.
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