
Las Palabras Perdidas Leyendas Populares el Caballero de Olmedo.mp3 45t1w
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María Luisa Reyes ha apostado esta semana por los clásicos en su espacio Las Palabras Perdidas. Ha tocado recomendar Leyendas Populares, destacando hoy El Caballero de Olmedo, a lo que ha sumado también un poco del teatro de Lope de Vega. 3o5619
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Y en el camino de Olmedo, seis envidiosos le aguardan, salen de un bosque embozados y atraviesanle una lanza.
Vuelve el escudero triste, lleno de mortales ansias, a Medina con la nueva, y así le dice a su dama.
Esta noche le mataron al caballero, a la gala de Medina, la flor de Olmedo.
Ya que la nueva escucha, de pechos en la ventana, dice al escudero triste, llorando aquestas palabras, ¡ay, don Alonso, mi noble señor, caro os ha costado el tener mi amor! Buenos días, María Luisa Reyes, en el programa del libro Las Palabras Perdidas, y hoy traigo dos libros.
Hoy traigo un libro que es una donación al Instituto, y cuando lo catalogué me lo quedé para leerlo, es de leyendas populares españolas, publicado por la Editorial Labor, y está dirigido a estudiantes, entonces las leyendas están adaptadas.
Y leyéndola me encontré con la del caballero de Olmedo, y dije, bueno, pues vamos a dedicarle un programa al caballero de Olmedo, porque hay una obra de teatro del siglo de oro de López de Vega que se llama así, El caballero de Olmedo.
Así que voy a leer la leyenda, tal como viene en el libro de leyendas populares.
Después hablamos un poquito.
El caballero de Olmedo.
En Medina del Campo se oye aún un cantar que dice, de noche le mataron al caballero la gala de Medina a la flor de Olmedo.
Dice la leyenda que nació este cantar del hecho de que hubo en Olmedo un caballero apuesto y galán como pocos, valiente y audaz en toda clase de juegos de armas, y muy particularmente en el más arriesgado de los toros.
Amaba este caballero y era profundamente amado de una dama de Medina, a la que por su extremada hermosura llamaban todos la dama de Alba, ya que aseguraban que cuando ella aparecía veíase a su alrededor como un resplandor de amanecer.
En las fiestas de Medina organizaronse justas y torneos, y una fiesta de toros en la plaza, en la que tomaron parte los más nobles y arrogantes caballeros.
Acudió también el de Olmedo.
En la tribuna principal estaba su amada, la dama de Alba, quien, al parecer en la liza don Alfonso, que así se llamaba el apuesto joven, le lanzó una encendida rosa, que este prendió en el broche que cerraba su rico vestido.
Lucióse y triunfó Alonso de Olmedo en todos los juegos en que tomó parte, muy especialmente como de costumbre en el de los toros, matando a cuantos se echaron a la plaza.
Terminada la fiesta, saludó a su dama, que le despidió lanzándole un beso con la punta de sus delicados dedos, y encaminóse a Olmedo para dar cuenta a sus padres del resultado de la fiesta.
Estos, que no tenían otro hijo, le esperaban con ansia cada vez que salía para tomar parte en tan peligrosos juegos.
Anochecía ya cuando emprendió el camino, y el caballero estuvo tentado a quedarse en Medina para pasar allí la noche, pero pensando en la ansiedad de sus padres, expoleó a su caballo y dirigióse resuelto hacia su casa.
Iba absorto en el recuerdo de la belleza y las gracias de su dama, la hermosa dama de Alba, cuando vio venir hacia él por el mismo camino un caballero en todo parecido a él y con un vestido exacto al suyo.
Sorprendido, preguntóle a Alonso de Olmedo quién era y de dónde venía.
Contestóle su doble con voz lúgubre que era el caballero Alonso de Olmedo, a quien unos desalmados acababan de asesinar en aquella cuesta, y señaló una pendiente cercana por la que debía pasar el caballero para llegar a su casa.
Se alejó el desconocido, a quien hubiérase podido tomar por la propia sombra de Alonso de Olmedo, y el caballero quedóse un momento pensativo sin saber qué hacer.
Un extraño presentimiento apoderóse de su ánimo y tentado estuvo de volver grupas y encaminarse de nuevo a Medina, pero otra vez el recuerdo y la ansiedad de sus padres, que creerían sin duda que había perecido víctima de un toro en la fiesta, le impulsó a continuar su camino.
No habrían dado veinte pasos cuando oyó una voz de mujer, clara y fresca, que cantaba esta copla.
«De noche le mataron al caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo».
Parecióle que la voz salía de detrás de unos matorrales que había junto al camino y desviose para ver quién era el que había cantado.
Dio la vuelta a las matas y no pudo ver a nadie.
Miró por todos aquellos alrededores, mas no vio un alma.
Aún estuvo tentado de volver a Medina, y de nuevo el pensamiento de los ancianos le obligó a seguir adelante.
Expoleó a su caballo y a todo galope dirigióse hasta la cuestecilla que su sombra le señalara como el lugar donde había sido asesinado.
Jamás se supo qué había pasado exactamente, sólo que al día siguiente, al amanecer, unos pastores le encontraron agonizante con un cuchillo calabado en el pecho.
No pudo ver a nadie.
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