
Descripción de RETRO FOOTBALL INDIE: Los Indios de Carlisle 334m
Bienvenid@s a RETRO FOOTBALL INDIE, un programa en el que nos dedicaremos a repasar las historias que han cambiado el curso del football americano, historias que nos encantan y con las que podremos entender mejor como es la NFL y el futbol americano actual. Hoy Santos y Alex nos explican la historia de un equipo que revolucionó el futbol americano, formado por indigenas americanos, Los Indios de Clarlisle. Instagram, TikTok, Twitter y Bluesky: @IndiesNFL Grupo de Telegram: https://t.me/nflspa 4v2l2m
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Bienvenidos a una cápsula más de los indies de la NFL y hoy vamos a viajar, como dice Javi Muñiz en el campus, en el tiempo. Concretamente al siglo XIX, para conocer a un equipo de fútbol americano que no solo rompió esquemas, sino que redifinió el juego. Y para eso hoy no lo voy a hacer solo, ha venido un grandísimo amigo, ha venido Santos. Muy buenas Santos, ¿qué tal? ¿Cómo estás? Hola Alex, hola indies.
Pues sí, vamos a un lugar donde el deporte, la historia y la lucha por la identidad se cruzan en un campo de juego. El equipo que transformó el fútbol americano para siempre. Esta es la historia de los indios de Carlisle. Y era a finales de 1800, el gobierno de Estados Unidos implementó un sistema de internados para civilizar a los pueblos indígenas. Uno de los más notorios fue el Carlisle Indian Industrial School, en Pensilvania, a los que llamaremos los indios de Carlisle.
Un grupo de jóvenes nativos americanos marginados por la sociedad y que encontraron en el campo de juego un espacio para resistir, crear y brillar. Carlisle no era un hogar, era una herramienta de asimilación, un internado militarizado donde a los niños nativos se les cortaba el cabello, se les cambiaba el nombre, se les ponía a hablar en su idioma y se les enseñaba a comportarse como blancos, separándolos de sus tierras y sus familias.
Eran las estrictas normas auspiciadas por un militar, Richard Henry Pratt, veterano del ejército y padrino de la institución. Según Eckstein, padre de la educación de los indios, una benévola descripción para alguien cuyo ideal se expresaba en una frase inequívoca Matad al indio, salvad al hombre.
Pero en ese lugar nació algo inesperado. Un equipo de fútbol americano que desafió las reglas y a las escuelas más poderosas. Surgió un equipo de fútbol que iba a hacer historia. En sus 39 años de existencia, muy pocos internos consiguieron graduarse, pero hubo un ámbito en el que Carlisle destacó, el deportivo. Y en 1882 los internos crearon un equipo de fútbol americano. Deporte todavía en estado embrionario, resultado de una mezcla entre el rugby y el fútbol.
Faltaban décadas para la fundación de la Liga Nacional de Fútbol, la NFL, pero aquello a lo que jugaban se parecía mucho a lo que es hoy, al menos en un aspecto, su brutalidad. Todo, por supuesto, depende del prisma con el que se mire. Que un 99% de los jugadores acaben ahora con lesiones cerebrales, al retirarse podría considerarse una gran evolución de la especie. Especialmente si tenemos en cuenta que en solo dos años, en 1904 y 1905, hubo 37 jugadores muertos y alrededor de 300 heridos graves.
Una masacre sobre el terreno del juego que llevó a varias universidades a retirar a sus equipos y al presidente del país, Theodore Roosevelt, aficionado y padre de un jugador, a intervenir. Vista la carnicería, Roosevelt llamó al orden a los responsables universitarios para que se pusieran coto a tanta desgracia, y en 1906 se aprobaron diversas normas, entre ellas una fundamental para esquivar el bosque de palos en el que se había convertido la competición, el pase de balón por el aire. Antes de eso, el pase estaba casi prohibido, pero Carl Eadley lo usó, lo perfeccionó y lo convirtió en un arma letal. En efecto, hasta entonces el fútbol era un cuerpo a cuerpo para intentar avanzar hasta la zona de anotación.
A partir de ese momento, se permitía el lanzamiento del balón hacia delante, tal y como lo vemos hoy en Manor v. Quarterback. Y en esta norma tiene mucho que ver uno de nuestros protagonistas. Fue entonces cuando un hombre llamado Bob Warner llegó a Carl Eadley, un joven entrenador con ideas revolucionarias y un ojo clínico para el talento.
Warner era un estudiante de derecho de la Universidad de Cornell con experiencia como jugador y entrenador. Le gustaba apostar, jugaba las cartas y tenía fama de tramposo. Un pícaro en toda regla que trasladó esta picaresca al ámbito deportivo, para llevar a los indios de Carlisle a revolucionar el juego.
Él vio algo en esos jóvenes. Velocidad, agilidad y una forma distinta de entender el movimiento. Y juntos crearon un estilo de juego que revolucionó todo. Mientras los equipos blancos se basaban en la fuerza bruta y choque frontales, Carlisle apostaba por la estrategia, la velocidad y, sí, la sorpresa. Y así nació...
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