Tiempo para el Espiritu - 69 Resureccion 1s2m3r

El miedo provoca la distancia, nos mete hacia adentro más, sin más y sin volar.

Sin miedo nos lanza a vivir y colma los ciegos y sueños que alcanzan tan solo quien estrena sus aras.

Amar es reinventar cómo dar vida, es quererme como soy y respetar lo que otro ansía y ponerme a trabajar sin garantías.

Amar es creerse porque se va a chitar, es no parar el agua para que corra siempre limpia y compartirla con modón que nos habita.

Amar es vencer el miedo que paraliza, pues vivir sin arriesgar es sepas amar la vida.

No perder y no ganar por regalar cada talento es lo que el mundo necesita.

Cristo resucitado es esperanza para todos los que sufren.

El crucificado resucitado es consuelo para quienes han perdido el trabajo o atraviesan serias dificultades económicas y carecen de una protección social adecuada.

Que la luz del Señor resucitado sea fuente de renacimiento para los emigrantes que huyen de la guerra y de la miseria.

Que Cristo nuestra paz silencie finalmente el clamor de las armas.

Buenos días a todos, con estas palabras del Papa Francisco comienzo un domingo más el programa Tiempo para el Espíritu, en el que intento profundizar en el Evangelio que escuchamos en la Eucaristía Dominical, desde unas claves de lectura que nos hagan comprender las llamadas que nos hace para vivir una espiritualidad más profundamente humana, que nos identifique con lo que Dios está siendo en nosotros.

Estamos en el Domingo de Resurrección y el Evangelio que escuchamos es de San Juan.

El primer día de la semana María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer cuando aún estaba oscuro y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo a quien Jesús amaba.

Y les dijo, se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro.

Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro.

Se adelantó y llegó primero al sepulcro e inclinándose vio los lienzos tendidos, pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro.

Vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la escritura, que él había de resucitar de entre los muertos.