
Descripción de Toda historia tiene un comienzo 2k5z5o
Continuamos con Historia de un alma rota, quien quiera adquirir el libro puede hacerlo en Amazon. 4p1v5w
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Bueno, pues aquí estamos de nuevo, muy buenos días, o tardes, o noches, cuando estés escuchando este cuarto programa de Pedazos de Realidad. Desde el segundo programa estamos viendo un libro que escribí. Estamos metiéndonos en él. De hecho, el programa 3 fue Dentro de la Tormenta. Un libro que escribí sobre el maltrato psicológico que pueden hacer a las personas. El protagonista, en este caso un hombre, es maltratado psicológicamente por una serie de personas que van apareciendo a lo largo del libro. El libro, si lo queréis tener vosotros, lo podéis adquirir en Amazon, bien en formato ebook o bien en formato papel.
Hoy comenzamos con ya la parte más importante del libro, que lleva este primer capítulo.
El título de toda historia tiene un comienzo y dice así. La tarde se había llenado de sol. El suave rumor del viento hablaba de verano, aunque el trabajo sería más intenso en estos meses del año. Las calles de Madrid seguían rugiendo actividad. En concreto, aquella zona por la que se deslizaban mis pies me resultaba vagamente familiar, y el ruido de los comercios se fue apagando al ritmo de mi internamiento en aquellas callejas.
Normalmente suelo saber, de una manera más o menos intuitiva, qué me espera al final de cada calle, y esa vez no fue distinto. La salvedad es que todo lo que encontré ya lo había escrito, ya lo había vivido, aunque la forma hubiera sido espiritual, que no ficticia.
Al final de aquella calle estaba el bar. Las cervezas volaron durante las siguientes cinco horas, horas en las cuales casi siempre escuchaba, me encanta escuchar, y observar. Me produce un pequeño vértigo al principio, como entendiendo que si logro hacerlo bien, conseguiré llegar a lugares tan altos o tan profundos, que cuando mire desde allí comprenderé la enorme distancia que me separará entonces y la profunda unidad que jamás dejaré de tener con aquello. Después llegan siempre los abrazos.
Aquel día hubo tantos. No se puede sanar sin abrazar. No se puede abrazar sin amar. El abrazo sin amor duele, se para, pica y da asco. Es como el beso de Judas. Y hay tantos Judas hoy en día. En cualquier situación maravillosa, antes o después acaba apareciendo uno. Cerveza y madera y olor a villar antiguo. Rayos atravesando los cristales y calentando ese corazón tan frío, que hablaba y se dolía delante de mis sueños. La luz hizo lo que hizo, y entendí cómo curarlo. Nunca se me dio mal sanar.
Me encanta abrazar, amar y beber cerveza. Pero en aquella historia vivía un secreto.
No eran las palizas ni los insultos. No fueron las vejaciones, las borracheras o las drogas, ni los desnudos gratuitos hasta dejar la piel sangrando. Ni siquiera los cortes en el alma para comprobar si podía resucitar, no. El secreto era mucho más diabólico. Un alma caprichosa que nunca se había enfrentado con el dolor. Una pobre mujer que de víctima se había tornado en verdugo y buscaba a otro inocente al que vampirizar. Ese era el secreto, el problema es que yo nunca porté sangre. El problema es que la mentira, venga de donde venga y se vista como se vista, siempre trae consigo lo que siembra, ausencias y vacíos.
Y una profunda ansiedad que trastorna el alma hasta la angustia.
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