
Tú no naciste aquí: La exclusión de los trabajadores migrantes en Asia 6x4o45
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Cada día, millones de trabajadores migrantes construyen las ciudades más ricas y modernas de Asia. Levantan rascacielos, limpian hogares, cocinan en restaurantes y cuidan de otros, pero rara vez aparecen en la narrativa del progreso. Este episodio de Ecos de Asia aborda la exclusión estructural que sufren en países como Singapur, Qatar, Japón y Corea del Sur, donde su trabajo es esencial, pero su presencia sigue siendo temporal, precaria y muchas veces invisible. A través de testimonios reales, datos actuales y análisis crítico, exploramos cómo funcionan los sistemas de visado, qué papel juegan políticas como el kafala, y qué reformas se están impulsando —o frenando— en la región. También examinamos el impacto social y económico de esta dependencia masiva de mano de obra migrante. ¿Por qué no pueden quedarse quienes ya construyeron el futuro? Un episodio que invita a escuchar lo que tantas veces se ignora. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/2491431 v15l
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Las ciudades asiáticas son un espectáculo de ambición.
Desde el aire, sus skylines parecen promesas del futuro.
Torres de cristal que perforan las nubes.
Autopistas que fluyen como arterias precisas.
Aeropuertos que funcionan con la exactitud de un reloj.
Singapur, Dubái, Seúl, Hong Kong, Doha.
Nombres que resuenan con progreso, innovación, poder.
Pero si bajas del dron, si caminas a pie por las calles al amanecer, o al caer la noche, verás algo que los folletos turísticos no muestran.
Las manos que sostienen estas ciudades.
Hombres cubiertos de polvo en obras que nunca llamarán suyas.
Mujeres que limpian casas donde nunca vivirán.
Rostros que cocinan, transportan, cuidan, construyen y desaparecen en la narrativa oficial del éxito.
Este episodio no busca pintar un cuadro de víctimas y villanos.
Ni reducir el desarrollo asiático a una caricatura de explotación.
Es una invitación a mirar más allá de los titulares.
A entender un sistema que depende de millones de trabajadores migrantes.
Pero les niega un lugar en las ciudades que hacen posibles.
Hablaremos de fronteras que no aparecen en los mapas.
De políticas que convierten a las personas en recursos temporales.
De historias que humanizan los números.
Pero también reconoceremos que no todas las experiencias son iguales.
Que no todos los países operan del mismo modo.
Y que, aunque insuficientes, hay esfuerzos para cambiar las cosas.
Porque entender este sistema no es solo denunciar sus fallos.
Sino imaginar cómo podría ser diferente.
En 2022, la Organización Internacional del Trabajo contabilizó 167.700.000 trabajadores migrantes en el mundo.
Una fuerza laboral que representa el 4,7% del total global.
Asia, con su crecimiento económico vertiginoso, concentra una parte significativa de ellos.
Especialmente en países de altos ingresos como Singapur, Emiratos Árabes Unidos y Qatar.
Estos trabajadores son el engranaje invisible de sectores como la construcción, la hostelería, el cuidado doméstico y la manufactura.
Sin embargo, su presencia es condicional.
Se les necesita, pero no se les quiere.
Se les tolera mientras sean útiles, mientras no reclamen un lugar en la mesa.
En Singapur, un país de 5.900.000 habitantes, hay 1.400.000 trabajadores migrantes, según datos de 2023.
Representan el 38% de la fuerza laboral, ocupando empleos que los locales rara vez aceptan.
Obreros en obras, empleadas domésticas, repartidores.
Están regulados por el Work Permit, un visado que los ata a un empleador.
Limita su movilidad y prohíbe traer a sus familias.
Pierden el trabajo, pierden el derecho a quedarse.
Es un diseño preciso, casi quirúrgico, que asegura su utilidad sin permitirles echar raíces.
Pero Singapur no es un caso aislado, ni el más extremo.
En los países del Golfo, como Emiratos Árabes Unidos y Qatar, el sistema de kafala lleva esta lógica a otro nivel.
Aquí, los empleadores no solo controlan el salario, sino el estatus migratorio.
A veces, incluso el pasaporte.
Un informe de la OIT de 2021 reveló que, en Qatar, el 95% de los trabajadores que construyeron los estadios para el Mundial de Fútbol 2022 eran migrantes de India, Nepal y Bangladesh.
Trabajaban jornadas de hasta 14 horas, bajo un sol que alcanzaba los 40 grados, en alojamientos que apenas cumplían estándares básicos.
Aunque Qatar abolió formalmente el kafala en 2020, las reformas no se aplican plenamente, y prácticas como la retención de documentos persisten.
No todos los contextos son tan severos.
En Japón, por ejemplo, el programa The Specified Skilled Workers, lanzado en 2019, ha abierto las puertas a migrantes de Vietnam, Filipinas y otros países para trabajar en sectores con escasez de mano de obra como la agricultura, la enfermería y la manufactura.
En 2023, Japón recibió a 90.000 nuevos trabajadores migrantes, un 14% más que el año anterior.
Los salarios son competitivos unos 1.500 dólares al mes en promedio y las emisiones son de 2.000.
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