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CUENTOS DE MEDIANOCHE
Un altar para la madre

Un altar para la madre 36p1r

23/3/2025 · 22:51
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CUENTOS DE MEDIANOCHE

Descripción de Un altar para la madre 1a316i

Quique Pesoa es uno de los grandes narradores de la radio argentina. Cada medianoche del sábado al domingo, desgrana una narración de los grandes escritores de todos los tiempos. Relatos sociales, fantásticos, cómicos… Una verdadera colección de joyas literarias para amenizar las noches de los sábados en la mejor compañía. Aquí vas a encontrar todos los podcasts de los relatos que se emitan. 6y4i3h

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Cuentos de medianoche Hoy voy a leerte la primera parte de una novela titulada Un altar para la madre Pertenece a Ferdinando Camón Luego, si te engancha, buscala y lee la completa Delante de la iglesia se había formado una pequeña aglomeración Muchachos, mujeres y hombres de todas las edades Que se iban agrupando según los grados de parentesco o según el azar Bastaba que uno dijera una palabra Y otro respondiera Para que entre los dos se hicieran compañía Yo me encontré solo y último Algunos muchachos levantaron el féretro con los hombros Y se encaminaron a través del campo Los otros detrás en fila india Se recorría un sendero angosto y polvoriento De tierra arenosa Entre explanadas de trigo plagado de amapolas En derredor se veía más rojo que amarillo Y se sentía un fuerte olor a pasto verde fermentado al sol En lo alto volaban en círculo las alondras Pocas y solo algunas cantando Las otras querían descender pero les molestaba la presencia humana Pasados, los hombres esperaban un rato Y luego se dejaban caer de golpe como piedras Pero sin ruido Un metro antes de estrellarse contra el suelo Abrían las alas, daban dos aleteos Los necesarios para salvarse Luego daban unos pasitos enfilando el cuello Por entre los tallos de trigo El féretro avanzaba tambaleándose Yo pensaba en mi madre Me parecía justo que el féretro tambaleara Mi madre nunca había tenido un andar derecho Siempre se veía más bien cansada Hablaba poco mientras trabajaba Y cada tanto dejaba para irse a sentar bajo las parras a la sombra Sin aliento, bajando la cabeza Así, encogida, oraba en silencio Cada tanto se pasaba la lengua sobre los labios para humedecerlos Luego se secaba la frente, las mejillas y la boca Con un pañuelo que nunca era un pañuelo Podía ser la bolsita de la sal, ya vacía, recién lavada O las fajas del último hijo aún guardadas O un trapo limpio sacado de algún cajón Nunca tiraba nada Creía que atar fuerte con las fajas Las piernas de los recién nacidos servía para enderezarlas Antes de levantarse de la mesa Controlaba con la mirada que no quedaran restos y no fueran tirados Bebía las sobras de los vasos Ponía la sopa sin tomar en el aparador Para que las moscas no le pasearan por encima Un rincón del aparador estaba siempre ocupado por los restos que ella sacaba Cuando algún niño tenía hambre, abría la puertita Y con una sonrisa le mostraba los restos secos y duros Parecían piedras antiguas en el escaparate de un museo Ahorraba en todo Recuperaba las monedas que sus hijos tragaban En el campo los niños jugaban en la arena con las moneditas Para tener las manos libres ponían en la boca las moneditas que sobraban Siempre tenían los bolsillos rotos Y cada tanto alguno tragaba una La sentía pasar por el umbral de las amígdalas Grande como un bocado demasiado grande Torcía los ojos y se ponía amarillo La moneda hacía un esfuerzo y pasaba Bajaba lentamente Deslizándose como un pistón en el cilindro El niño dejaba de jugar Era considerado perdedor Y se iba deprisa a buscar a la madre Por la calle, por los campos, en casa, donde estuviera Desde ese momento pasaba a estar bajo custodia Era vigilado día y noche No porque...

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