Voces del Misterio: Los enigmas del genio Diego Torres Villarroel, con Jesús Callejo 6b5q5l

Abre tus oídos, se escuchan sonidos extraños, susurros del más allá invaden tu radio, la historia y el enigma se abren paso a través de las ondas, los especialistas más experimentados se reúnen cada viernes en esta sintonía, únete a nosotros, amante de lo desconocido, voces del misterio, tu voz.

A mí me parece un personaje emblemático, aquí tenemos una de sus obras conocidas, él escribe muchísimo, que es su vida, y para mí su vida, esta obra, es una de las mejores de la literatura española, no digo universal, pero por lo menos de la literatura española, y sin embargo hay poca gente que la conoce.

Primero vamos a ubicarle en la época que toca vivir, ya por la fecha que os estoy poniendo, es que es un personaje del siglo XVIII, siglo XVIII, siglo de las luces, siglo de la razón, de acuerdo, pero en la literatura en España no fue precisamente el siglo que más destacó, veníamos del siglo de oro, que ahí funcionamos muy bien, con nuestros Cervantes, López de Vega, Quevedo, Garcilaso, pero llega el siglo XVIII y a nivel literario, como que hacemos aguas, y pregunto, decidme, que no sea éste, un escritor del siglo XVIII, español, oigo grillos, no es tan difícil la pregunta, un escritor español del siglo XVIII, bueno, bien, vale, otro, para nota, lo que pasa es que Jovellano, ya sabéis que era más escritor de temas educativos, en fin, no fue como tal escritor, escritor, ¿os suena el Padre Isla? Fray Gerudo de Campazas, qué obra también, pues también otro escritor, pero muy desconocido, el Padre Isla, por cierto, de León, de Vidanes, ahí lo dejo, buena tierra, algún otro escritor, Gerónimo Feijó, ¿os suena? Otro, tenemos otro escritor, también, un poco desconocido, pero que también aportó muchísimo, dentro de ese pensamiento mágico, con su teatro crítico y con sus cartas eruditas, la verdad que un tío genial, pero hubo uno también muy interesante, que también le dio por el misterio, y tuvo también una historia curiosa, que es José Cadalso, ¿os suena José Cadalso? También, del siglo XVIII, que tuvo una historia con una actriz que se enamoró, con María Ignacia Ibáñez se llamaba, que se murió muy prontito de tisis, y él no le ocurre otra cosa que desenterrarla para darle un postrero beso, ahí está, Noches lúgubres, qué romántico, ¿no?, desenterrar a tu amada, ahí con la tirrilla y tal, para darle un beso, José Cadalso, ahí tenéis, otro santo varón, bueno, os digo esto para que pongáis en contexto un poco ese mundo literario pobre, es verdad, pobre, que había en España en comparación con otros lugares, donde aquí nos destacamos especialmente por la novela ni el teatro en esa época, pero aparece este señor, Diego de Torres Villarroel, salmantino, personaje curiosísimo, y tan curioso, a ver, se puede decir que era un poco como un buscavidas, es decir, era un tío muy listo, pero que por las circunstancias en las que él nace, recordaros, su padre era librero, y su madre era pañera, y tenía paños, y de hecho, una familia, pues bueno, numerosilla, de 17-18 hijos que tuvo, y evidentemente, pues había que educarle como tal, y fijaros, en su autobiografía, en esta vida de Diego de Torres Villarroel, mira ya cómo empieza el hombre diciendo, críeme como todos los niños, con teta y moco, lágrimas y casca, besos y papilla, tal cual, imaginaros, una familia numerosa, bastante ya tenía con alimentar a todos, pero eso ya nos dice bastante un poco el personaje que era, la personalidad que tenía, que era, pues eso, por una parte, un poco la picaresca que había en aquella época, ahí tenéis los retratos, como veis, incluso su rostro ya es muy significativo, porque él se consideraba, y así lo pone, que era rubio, bien parecido, guaperas, un poco le identificaban más con alemán, debió perder la belleza sobre la marcha, pero sus rasgos son como muy alenígenas, veis, los ojos rasgados, una sonrisa socarrona, lo cual eso indica también, pues que le gustaba mucho, pues la parte satírica, luego lo comentaremos, pero ya el rostro nos está diciendo bastante, de su vida y de cómo era, y claro, efectivamente, este hombre