
Descripción de 315- Sin lacitos, gracias 4d3y3r
En este episodio te contamos la historia de Clara, una clienta que nos pidió una caja para dar las gracias a dos abogados que la ayudaron a cerrar un proceso familiar complejo. No todo se puede contar con palabras, y a veces, lo más importante es lo que no se dice. Una historia de paciencia, de justicia y de gratitud sin adornos. Si alguna vez has sentido alivio al cerrar una etapa difícil, este episodio es para ti. 4b2x6w
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Hay encargos que llegan y pasan casi de puntillas. Y luego están los otros, los que vienen con una pausa, con un silencio. Los que hacen que levantes la vista del ordenador y pienses, vale, esto no es solo una caja. A veces es por el tono del mensaje y otras por el momento en el que llega. Pero casi siempre es lo que no se cuenta lo que más te habla. Como la historia que te compartiré hoy, pero dame un momentito muy breve para que me presente por si acabas de llegar.
Soy Ingrid y en este podcast, Alimentando Historias, vas a encontrarte con las historias más bonitas, entrañables e incluso divertidas que los pasan a nuestros clientes y también a veces a nosotros en la tiendecita gourmet Original Taste & Co. El lugar al que llegas buscando un regalo que hacer y de donde sales con toda una experiencia súper personalizada en forma de regalo.
Clara nos escribió un jueves por la tarde y justo cuando estábamos a punto de cerrar el ordenador, al hacer ese último refresco a la bandeja de entrada, apareció su mail. El asunto del correo decía algo así como caja de agradecimiento para dos abogados, pero sin prisas. Al leer el cuerpo del mail, nos contaba que quería hacer un regalo especial a los dos abogados que le habían acompañado en uno de los procesos más duros y más importantes de su vida, que no le apetecía entrar en detalles pero que se trataba de un tema familiar que había durado casi tres años, que por fin se había cerrado y que quería saber si podíamos ayudarla a preparar un regalo un poco diferente y especial. Esa palabra cerrado, aunque no venía subrayado, me causó así como un impacto porque parecía que decía mucho más que todo lo demás que ella había escrito. No hizo falta que nos contara todo para querer volcarnos en ayudarla.
A veces, cuando los clientes no te explican algo, pues también te están diciendo mucho. Como era un regalo al que quería incorporar algunas cositas personales, tuvimos tiempo de charlar en varias ocasiones y poco a poco me fue compartiendo algún detalle más de su historia. Resulta que Clara tenía un hijo de apenas siete años y había tenido una separación algo accidentada, digamos. El acuerdo de custodia se había convertido en una especie de campo de minas emocional, logístico. Las visitas no se respetaban, había cambios de última hora, frases con malas intenciones soltadas delante del peque. Todo eso que, si lo cuentas rápido, pues pasa rápido, pero que entiendo que vivido día a día te debe dejar hecha polvo. Clara llevaba mucho tiempo intentando que todo fuera normal, pero desgraciadamente a veces esa normalidad toca pelearla.
Y encontrar a los compañeros de armas no siempre es lo más fácil. Se encontraba Clara una noche agotadísima, las tantas, busqueando en Google y dio con dos abogados, con estos dos abogados. Ya se había reunido con otros despachos y eran lugares que tenían más brillo, reputación, pero había algo que le tiraba para atrás y no acababa de tomar la decisión. Pero resulta que la primera llamada que tuvo con Marcos y Elena, estos dos abogados, tuvo claro que con ellos sí que había como ese feeling, esa sensación de confianza, porque le hablaron sin condescendencia, sin prometerle, oye, esto lo tienes ganado, y sin esas frases de manual que parece que todos los demás le habían ido repitiendo uno tras otro. Le vinieron a decir, oye, mira, el caso es bastante complejo, pero si tú te ves capaz de aguantar, nosotros queremos trabajar contigo y ayudarte a lucharlo.
Y lo cierto es que a pesar de que se hizo cuesta arriba, ella aguantó. Fueron tres años de informes, audiencias, escritos, testigos, dudas, idas para adelante y para atrás, y durante ese tiempo Clara siguió con su trabajo, criando a su hijo y guardando energía así como en una cuenta invisible de esas que sólo entienden quienes han estado en una guerra emocional silenciosa de este tipo. Y un día llegó la resolución. Custodia compartida, que definía bien obviamente los tiempos, los apoyos acordados, y lo más importante, un sistema de protección al peque de ese malestar que se genera entre los adultos, digamos. Ese día me contaba que sentía la paz más grande de toda su vida y una sensación de gratitud que no sabía cómo darle salida. De ahí que unos días después de disfrutar de esa calma merecidísima y de esa tranquilidad emocional, nos acabó ando. Quería irme.
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