
La amiga de mi madre es mi nueva doctora p1. 1w5w3l
Descripción de La amiga de mi madre es mi nueva doctora p1. 5s2ta
La amiga de mi madre es mi nueva doctora parte 1. Lo que parecía un chequeo de rutina se transformó en una experiencia muy particular cuando descubrí que estaba sometido a una hermosa mujer grande. si quieres y gustas aportar al canal puedes arnos por o el pay pal [email protected] paypal.me/relatossex 59u3c
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Gracias por estar en Sintonía. Si aún no estás suscrito, te invito a hacerlo y no te pierdas ninguno de nuestros episodios.
Ahora sí, comencemos.
La amiga de mi madre es mi nueva doctora parte 1.
Lo que parecía un chequeo de rutina se transformó en una experiencia muy particular cuando descubrí que estaba sometido a una hermosa mujer grande.
Cumplir seis meses sin conseguir trabajo sin dudas que era una preocupación en mi cabeza.
Nadie me quería contratar y estaba empezando a acumular deudas por eso, cuando me enteré que estaba por salir una nueva ayuda económica para menores de 25 años, me inscribí enseguida.
Lo único que tenía que hacer era llenar un formulario, entregar unos documentos y hacerme un chequeo médico.
No había ningún problema, saqué número en el hospital y me presenté un martes a la mañana como había quedado.
Ese certificado de salud es lo único que me faltaba para entregar y que me autoricen la ayuda económica del gobierno.
En media hora salgo de acá con el papel en la mano pensaba esa mañana sentado en la sala de espera.
Una enfermera dijo mi apellido y entré a la sala 420.
Cierro la puerta y me encuentro con una cara conocida.
¿Doctora, Pedro? ¿Yo, Mónica? Hace años que no veía a Mónica, era una amiga de mi madre que ni siquiera sabía que era doctora.
Era una mujer muy amable, que se mantenía muy bella a pesar de los años.
Si bien tenía sobrepeso, cuidaba muy bien de su imagen.
Algunos dirán que es parecida a la actriz porno Eliza Allure.
¿Doctora, te habían cambiado de doctora la semana pasada y ahora yo estoy a cargo de vos, no sabías? Yo, pa, no me acordaba, creo que me contaron algo pero no me fijé en el nombre como estás vos, tanto tiempo.
Doctora, muy bien, veo que vos también venís por un chequeo médico para ver si estás capacitado para el tema de las ayudas económicas, ¿no? Yo, sí, no te compliques.
Soy una persona sana.
Si me firmas el papel me harías tremendo favor.
Doctor, bueno, no seas tan rápido, querido.
Quince años sin verte y ya te querés ir.
Vamos a hacerte unos estudios.
Necesito que me esperes en la habitación de al lado.
Te pido que te saques la ropa y te pongas una bata celeste que vas a encontrar sobre la cama, ¿ok? Yo, bueno, si no queda otra.
Doctor, gracias, mi cielo.
Me dijo eso, me sonrió y me acarició el cuello con ternura.
Tenía los dedos gorditos y las uñas hechas.
Crucé la puerta e hice lo que me pidió.
A los tres minutos entró ella y yo estaba sentado en una camilla vestido solo con mi bata celeste.
Doctora, perfecto, primero vamos a ver cómo está tu tensión.
Sacó entonces el tensionómetro y me lo puso sobre el brazo.
Empezó a presionar el burbuja de aire.
Doctora, qué brazos flaquitos que tenés.
Ya podrías empezar a hacer ejercicio, ¿no? Yo, jaja, sí.
Doctora, ahora voy a ver cómo están tus oídos.
Vení para acá.
Me agarró la cabeza sin previo aviso y la acercó hacia su pecho para ponerme un aparatito sobre el oído quedando mis ojos sobre sus enormes tetas.
No sabía que se podía usar un vestido rojo tan escotado debajo de la ropa de médico.
Así continuó haciéndome varias pruebas tocándome con ternura y con miradas graciosas que me ponía la piel de gallina.
Doctora, bueno, leí en tu historial que nunca te hicieron un examen de próstata.
Yo, eh.
Eso, no era más como a los cuarenta que se hacía.
Doctora, no, así se hizo durante años pero este es otro tipo de examen que sirve también para prevenir otras posibles disfunciones en hombres más jóvenes.
Yo, sí, bueno, no sé si es obligatorio hacerlo, la verdad que prefiero no hacerlo.
Doctora, no.
Yo, sí, bueno, no sé si es obligatorio hacerlo, la verdad que prefiero que no.
Mónica me apoya una mano sobre la pierna.
Doctora, tranquilo, mi amor, estás conmigo.
No hay nada que temer.
Yo, es que, yo solo vine, por el tema de la ayuda económica.
Doctora, pero yo no puedo afirmar que estás sano si no lo puedo decir con certeza, ¿no te parece? Ahora te voy a pedir que te sientes en la otra silla de al lado.
Giré mi cabeza y vi una silla como las que usan los ginecólogos, con un espacio para poner las piernas separadas.
Yo, eso, ¿se usa para el examen? Doctora, dale, yo me voy poniendo los guantes.
Le hice caso.
Me senté en la silla y mi entrepierna quedaba muy desprotegida tapada únicamente por la bata celeste.
Mis piernas quedaban apoyadas sobre unos soportes de metal.
Mónica tenía una mesa de metal a mi derecha y la vi desde abajo ponerse los guantes de látex haciendo mucho ruido.
Después tomó mi brazo derecho y le puso una especie de gancho de metal que lo dejaba sujetado a la silla.
Hizo lo mismo con mi brazo izquierdo, pasando por arriba mío y quedando sus tetas nuevamente frente a mi rostro.
Comentarios de La amiga de mi madre es mi nueva doctora p1. 4p1o22