De elfos libres y calcetines 4j2u3r

Hola, soy Manuela de la Cruz, y esto es No Me Cuentes Historias.

Hola, ¿qué tal? ¿Cómo va todo? Por aquí un tanto atropelladas con tanto cambio climatológico.

Qué días, qué parece que disfrutamos de las cuatro estaciones, y no precisamente de las de Vivaldi.

Unos cambios que nos hacen ir prácticamente con la maleta a cuestas para ir cambiándonos de ropa según va avanzando el día.

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El 9 de mayo se celebra el Día de los Calcetines Perdidos.

¿Por qué a quién no se le ha perdido nunca un calcetín? Bueno, pues he de confesaros que a mí.

En mi casa es algo que nunca ha pasado.

Pero soy consciente de que es algo bastante habitual.

Tanto que incluso hay quienes tienen una cestita en la que esos calcetines que se han quedado sin pareja esperan junto a otros que han corrido la misma suerte a la espera de que su otra mitad finalmente aparezca.

La palabra calcetín es diminutivo de calza, que proviene del latín vulgar calcea, y está a su vez del latín calcius zapato.

También existe el Día de los Calcetines Desparejados, que es el segundo lunes de noviembre, aunque no tiene nada que ver el uno con el otro.

En este caso se trata de llevar en este día un calcetín de cada color, naciendo como un gesto para dar visibilidad a la belleza de lo diferente y la lucha contra el acoso y la discriminación.

No me cuentes historias.

Y esto de perderse no solo ocurre con los calcetines, que no es por menospreciar a esta prenda que consigue mantenernos calentitos los pies.

Pero hay otro tipo de objetos algo más valiosos que también han ido desapareciendo a lo largo de la historia, cada uno de ellos bajo sus propias circunstancias.

Para saber más acerca de algunas de las maravillas que continúan desaparecidas, recibimos de nuevo en el programa a nuestra historiadora favorita, Laura Albert.

Hola, bienvenida.

Hola, Manuela.

Hola a todos y a todas.

Bueno, pues esta semana el programa va sobre calcetines perdidos.

Bueno, pues claro, obviamente yo no voy a hablaros sobre calcetines que se han perdido, pero sí sobre cosas que están muy, pero que muy, muy perdidas.

Tanto es así, pues que se perdieron hace muchísimos años y, bueno, pues a día de hoy aún no se han encontrado.

Bueno, pues lo primero sería hablaros sobre la tumba de Gengis Khan, el gran gobernante de Mongolia, que llegó a dominar todo el territorio entre el Océano Pacífico y el Mar Caspio.

A su muerte pidió que se le enterrara en secreto y su ejército transportó su cadáver matando a todo aquel que se encontraran en el camino.

Cuando el emperador finalmente fue enterrado, unos mil caballos pisotearon su tumba para destruir cualquier rastro.

Y bueno, pues deciros que desde entonces 800 años han pasado y, bueno, pues a día de hoy no se sabe dónde está la tumba de Gengis Khan.

Ha habido muchísimas expediciones siempre lideradas por extranjeros para ir a buscar la tumba y la realidad es que los mongoles no desean que se encuentre la tumba ya que creen que el mundo se terminará si se descubre dónde está.

Esta historia fue mitificada por la leyenda de Tamarlan.

Esta leyenda nos cuenta que hubo un rey turco-mongol del siglo XV cuya tumba fue abierta en 1941 por arqueólogos soviéticos.

E inmediatamente después los soldados nazis invadieron la Unión Soviética lanzando la ofensiva al frente oriental en la Segunda Guerra Mundial.

Así que, bueno, pues los supersticiosos podrían decir que esto no fue una casualidad, sin más.

Pero más allá de las supersticiones culturales, de lo que se trata de los mongoles.