
Descripción de Domingo IV de Pascua n3a70
Este breve pero profundo pasaje forma parte del discurso del Buen Pastor, en el que Jesús se revela como el pastor verdadero que cuida de sus ovejas, las guía y las defiende. Aquí, Jesús define tres características esenciales de sus discípulos: escuchan su voz, Él las conoce, y ellas lo siguen. No se trata de una relación funcional, sino de una relación viva, personal y basada en el amor. y4k5w
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Del Evangelio de Juan.
En aquel tiempo dijo Jesús mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen y yo les doy la vida eterna.
No perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano.
Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre somos uno.
Hoy celebramos el Domingo del Buen Pastor en el que Jesús se revela como el Pastor que da la vida por sus ovejas.
Coincidiendo con la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, este Evangelio nos invita a reflexionar sobre la llamada de Cristo, la respuesta del discípulo y la belleza de seguirle en los distintos caminos de entrega.
El Señor es mi Pastor Nada me falta Jesús no es un Pastor cualquiera.
Es el Pastor que conoce a sus ovejas por su nombre.
Su voz no es una imposición, sino una invitación amorosa que resuena en lo más íntimo del corazón.
Escuchar su voz exige silencio interior, atención a su palabra y discernimiento frente a tantas voces del mundo que nos quieren alejar de él.
En este Domingo de las Vocaciones recordamos que Dios llama de muchas formas a la vida consagrada, al sacerdocio, al matrimonio, al servicio en el mundo.
Todos estamos llamados a descubrir como el Señor nos habla y nos guía.
Jesús no solo guía, sino que protege y da vida plena.
Sus ovejas no son meros seguidores, sino hijos amados a quienes Él defiende del mal y conduce a la alegría sin fin.
Nadie las arrebatará de su mano.
En un mundo lleno de incertidumbres, esta promesa es nuestro consuelo y fortaleza.
Ni el sufrimiento, ni el pecado, ni la muerte tienen la última palabra.
La vida eterna comienza hoy.
Cada sí a Dios, cada acto de amor, cada vocación vivida con fidelidad, es ya participación de esta vida que no se acaba.
Jesús revela su unidad con el Padre.
El buen Pastor no actúa por su cuenta, sino en comunión perfecta con el amor del Padre.
Así, la vocación cristiana no es un proyecto personal, sino una respuesta al amor que viene de Dios.
Los pastores de la Iglesia, los sacerdotes, obispos, religiosos, están llamados a reflejar esta imagen de Cristo, sirviendo con humildad y amor.
Toda vocación bautismal es una llamada a vivir en esa comunión, en la familia, en el trabajo, en la sociedad.
Hoy la Iglesia ora especialmente por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, pero también por los matrimonios, los laicos comprometidos y todos los que buscan hacer la voluntad de Dios.
Ojalá los jóvenes tengan el valor de preguntarse, Señor, ¿qué quieres de mí? Y la generosidad de responder como María, según tu palabra.
Pero también las familias tienen la misión de ser semilleros de vocaciones, donde se aprenda a escuchar a Dios y a servir con alegría.
La comunidad cristiana debemos apoyar con la oración y el acompañamiento a quienes están discerniendo su camino.
Jesús, el buen pastor, nos conoce, nos ama y nos llama.
Hoy nos repite, no tengáis miedo.
Si dudas, escucha su voz en la oración.
Si sientes la llamada, no la postergues.
Si ya has respondido, renueva tu sí con gozo.
Que María, la primera discípula, nos enseñe a escuchar y a seguir a su Hijo en el camino que Él nos enseñó.
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