`El Canto de la Sirena´.23-05-2025 4250

Radio Aguilar, emisora norte. Por todo, para todo, con todos.

Arrastre suelo, hay mucho ruido, pero en lo profundo del océano se oye el canto de una sirena.

Apaguen el mundo y enciendan la música, el alma quiere melodía, no ruido.

Los viernes, en el magazín Menuda Mañana de Radio Aguilar FM, el canto de la sirena.

Un día, al despertarme temprano por la mañana, noté algo sorprendente.

En una botella de cinco litros de agua que había dejado abierta la noche anterior, habían caído varias decenas de hormigas. Se agitaban caóticamente en el agua.

Como si cada una luchara por su vida. Al principio me pareció que se estaban ahogando unas a otras, salvándose a costa de la muerte ajena.

Esto me provocó repulsión y me di la vuelta. Decidí no intervenir.

Sin embargo, después de dos horas, la curiosidad me pudo y volví a mirar la botella.

Me quedé perpleja. Las hormigas estaban vivas. Además habían formado una verdadera isla viviente, una pirámide, en la que unas se sostenían sobre otras, manteniéndose a flote como una colonia. Contuve el aliento y comencé a observar. Aquellas que estaban abajo realmente se sumergían, pero no para siempre. Al cabo de un tiempo eran reemplazadas por hormigas de la capa superior que bajaban voluntariamente.

Las que estaban cansadas subían arriba, sin prisa, sin empujar a las demás. Nadie intentaba salvarse primero. Al contrario, cada una se esforzaba por ir donde estaba más difícil. Este sistema coordinado de ayuda mutua me conmovió. No pude resistir. Encontré una cuchara que pasaba fácilmente por el cuello de la botella y la introduje con cuidado.

Ellas al ver la salvación comenzaron a salir una por una sin generar ni una gota de pánico. Todo iba bien hasta que una de ellas debilitada resbaló de nuevo al agua sin alcanzar el borde. Pero entonces ocurrió algo que voy a recordar toda mi vida. La última hormiga, ya, casi fuera, de repente volvió atrás. Bajó como si estuviera diciendo aguanta, no te voy a dejar solo.

Se sumergió en el agua, se aferró firmemente a la que estaba ahogada, pero no podía sacarlo por sí sola. No pude resistirme. Acerqué la cuchara y entonces ambos salieron, juntas, vivas. Esto que vi me conmovió más que cualquier película o libro sobre la amistad y el sacrificio. Entonces sentí una tormenta de emociones. La primera fue la de la condena, por haber tomado a las hormigas por seres insensibles. Luego fue el asombro, por su resistencia.

Después la iración, por su disciplina y valiente sacrificio. Pero al final, vergüenza. Vergüenza por nosotros, los humanos. Por la indiferencia, por cómo nos perdemos unos a otros en pos de beneficios. Por lo raro que es que alguien vuelva para salvar al débil. Construimos muros en lugar de crear puentes vivos. Sí, las hormigas.