En Clave: Norella Marín Vieco 1t6z5e

Es el lenguaje universal una cosa muy manida pero es verdad y la música lo escoge a uno, uno no escoge la música de gente que no, pero hay otra que desde chiquito tiene esa vocación y donde hay un instrumento va y quiere aprender la música lo escoge.

Hola estamos hoy en Enclave con un personaje muy interesante que ha estado muy metida dentro de muchas cosas de la vida cultural de Medellín. Yo tengo una memoria de ella, creo que la primera vez que me di cuenta que ella existía fue hace por allá en el 2000 vinieron unos cubanos, Fran Fernández y sus estudiantes incluyendo su hija a tocar los nocturnos de Chopin en el Teatro Pablo Tobón, recital largo, pesado, bonito, pero después de eso nos fuimos para la casa de Teresita Gómez y nos quedamos ahí hasta las cinco o seis de la mañana contigo cantando boleros con Fran Fernández y Teresita acompañándote.

Bienvenida Norela Marín Vieco, cómo estás? Pues muchas gracias estoy feliz de estar aquí poder contar a ustedes y a la comunidad universitaria y el público pues lo que ha sido la vida cultural que me tocó vivir. Y muy rico tenerte por acá, cuéntanos un poquitico sobre tus principios en la música y sobre tu familia. Pues son dos temas. ¿Cuál libro quieres abrir primero? Te cuento lo mío tal vez que es más intrascendente, como una así en casa de músico, pues yo creo que desde el vientre de mi madre estaba oyendo a mi papá tocando violonchelo.

Tenía cuatro años y medio y entré a Bellas Artes a estudiar piano con Marta Gudelo, tal vez estaba secaso cuando yo empecé a estudiar en Bellas Artes y me acuerdo mucho su alegría, su cinturita, el pelo siempre crespo y revolcado, daba vuelta y se le veía unas enajuas que a mí me parecían divinas, era una figura maravillosa y nos hacía acogerle un amor a la música y al ritmo porque ella primero empezaba como a jugar de manera que éramos unas privilegiadas, allá pues estuve con ella, me acuerdo los recitales, imagínate en el primer recital yo hice sentar a mi mamá a tocar la marcha del soldadito, a sentar a mi mamá al lado porque si no nos salía.

Bueno, después me tocó con Harold Martina que acaba de llegar como profesor, seguramente a terminar y a graduarse aquí y siguió con las que eran las alumnas de Marta y después me tocó con Consuelo y Consuelo fue maravillosa, estábamos montando a Chopin y pasó una cosa muy triste que me vendieron mi piano porque Hernando mi hermanito, tan talentoso, tan músico, estaba muy mal en el colegio y le dijo a mi papá el rector que era mejor que lo mandara para Estados Unidos y mi papá, que nunca nos faltó gracias a mi Dios, pero era un músico en un momento en que era muy difícil vivir de la música, pues todo un momento ahora también, de manera que vendieron mi piano, todavía me acuerdo cuando salían esas llantas del pianito, entonces fue muy difícil seguir con la música y por eso pues pasé como a otros temas más que todo en la istración cultural donde está mi trabajo.

Primero empecé a trabajar ya casada con Jorge Rodríguez Arbeláez en una institución muy linda que quise mucho que se llamó el Instituto de Integración Cultural Quirama. El doctor Rodríguez era una persona soñadora, un hombre muy culto, un hombre humanista en el más amplio sentido de la palabra y Jorge entonces quería montar el Colegio de Altos Estudios de Quirama y fue una maravilla llegar allá y empezar con él y se hicieron muchas cosas. ¿Y ese es el mismo recinto Quirama que todavía está por San Antonio de Pereira o es otra? Es el mismo en cuanto a sitio y aún se conserva como un curso especial que hacen para jóvenes profesionales talentosos en humanidades, pero ya se perdió la mística, el amor que tenía Jorge, ese recinto también servía, tenía dormitorios, tenía comida, pero todo era con una magia y con una gracia que a uno le parecía que esas habitaciones eran.