La lucha de los LGTBIQA+ 484l2m

Hola a todos, a todas y a todes. Bienvenidos a un nuevo capítulo de nuestro podcast, en el que abordaremos un tema que abarca derechos, identidad, historia y batalla. El grupo LGTBIQ+, y su vínculo con las políticas sociales.

¿Qué nos ha llevado hasta aquí? ¿Qué avances se han conseguido? ¿Qué desafíos siguen pendientes? Hoy nos sumergiremos en un viaje desde la represión hasta la visibilidad. Acompáñanos. Sí, hoy vamos a recorrer un cambio de conquistas, pero también de heridas abiertas. Un camino que parte de la persecución legal durante el franquismo, hasta llegar a las actuales leyes de igualdad y reconocimiento de género.

Pero, ¿realmente estas leyes garantizan una vida digna a las personas del colectivo? ¿Qué pasa con quienes siguen siendo expulsadas de casa por amar a quien aman, o por ser quienes son? Exacto, no olvidemos que hace décadas en España, ser homosexual o transgénero constituía una causa de prisión, bajo la conocida ley de vagos y maleantes, y posteriormente, la de peligrosidad y rehabilitación social. Miles de individuos fueron sancionados únicamente por su existencia.

Afortunadamente, con la llegada de la democracia, comenzaron los cambios. En 1978, se despenalizó la homosexualidad. En 2005, se concedió la autorización para el matrimonio igualitario. Y, en 2023, la conocida ley trans proclamó el derecho a la autodeterminación de género, sin la necesidad de presentar informes médicos.

Pero, ¿es suficiente? Y esa pregunta es clave, porque estos avances no hubieran sido posibles sin la lucha de los movimientos sociales. Desde los disturbios de Stonewall hasta el activismo en la red social actual, pasando por colectivos históricos como Transsexualia o la F.E.L.G.T.B. La historia del colectivo L.G.T.B. y Q.Plus es también la historia de una lucha constante.

No podemos hablar de derechos sin hablar de quienes los conquistaron. A pesar de sus conflictos, las colaboraciones entre el feminismo y el activismo transgénero han resultado esenciales. Es importante recordar las Jornadas Feministas Estatales de Granada en 2009, momento en el que emergió el transfeminismo, un feminismo que acoge la diversidad de cuerpo e identidades.

Y esa diversidad es esencial, porque sin ella seguiríamos dejando a muchas personas fuera, como lo muestran los datos del informe sobre personas L.G.T.B. y Q.Plus sin hogar en Madrid. El 55% de las personas sin techo que participaron se identifican con el colectivo. El 18% son mujeres trans y el 8% hombres trans. Muchas han sido expulsadas de casa por su orientación sexual o su identidad de género.

Y la cosa no queda ahí. Esas personas luego enfrentan centros de acogida que solo reconocen hombres o mujeres, dificultando su . Se enfrentan a prejuicios, falta de empleo, obstáculos istrativos, violencia y en muchas ocasiones a la prostitución como vía única de su existencia. La discriminación no termina cuando salen a la calle. Ahí muchas veces se intensifica. Y esto, por supuesto, impacta en la salud.

No solo física, también emocional y mental. Se calcula que más de la mitad de los individuos L.G.T.B. y Q.Plus sin hogar han experimentado pensamientos de suicidio. La marginación familiar, el prejuicio social, la inestabilidad económica y la escasez de recursos que generan un escenario riesgoso y angustioso. Por lo tanto, las políticas públicas deben superar las leyes. Estamos en demanda de vivienda inclusiva, suicidio laboral, capacitación especializada para profesionales en salud, educación y servicios de interés social.

Ya que poseer una ley no asegura una vida digna si no existe una verdadera voluntad política para implementarla. Pero más allá de los datos están las personas, las historias que no siempre se cuentan, pero que nos recuerdan por qué luchamos. Como la de Carlos, un hombre alendaluz de 34 años que vivió su infancia entre insultos y agresiones físicas, solo por ser gay.

Después del asesinato de Samuel Luis en La Coruña, dijo algo que se te queda grabado. Lloré por Samuel porque podría haber sido yo, porque ese miedo sigue siendo real, sigue estando ahí. También está el caso de Espina, una chica trans de 24 años. Su día a día, su vida, su vida, su vida, su vida, su vida, su vida,