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Buscamos esa postura cómoda y a la vez estable que te permita mantener un cierto equilibrio para dedicar los próximos minutos a practicar la observación.

Poco a poco vas conectando con esa maravillosa herramienta, con esa maravillosa llave que abre la puerta de la calma y que es la respiración.

Y tomas conciencia de cómo entra el aire en tu cuerpo y de cómo sale.

Tomas conciencia de tu cuerpo al inspirar, de esa forma maravillosa de cargarse de vida y de energía.

Y tomas conciencia de tu cuerpo al expirar y al soltar ese aire y con él todo aquello que ya no sirve.

Y da igual que a veces la cabeza se vaya y venga una idea o un recuerdo o un pensamiento lo observamos, lo dejamos ir y volvemos a conectar con la respiración.

Aprender a observar la respiración te ayuda a estar presente, a estar centrado en el aquí y en el ahora.

Tu cuerpo va dejando de ser una fuente de distracciones y todo lo que existe es el presente en tu cuerpo.

Así que toma conciencia de esa respiración.

Imagina que ese aire al entrar tiene un color, el color que más te guste.

Imagina que ese aire, como si fuera el pincel de un pintor, va pintando el interior de tu cuerpo de ese color.

Inspiras y ese aire que entra va coloreando el interior de tu cuerpo, va coloreando la cabeza, las orejas, la frente, la nariz, la boca.

Va disolviendo la tensión de la mandíbula, ese aire al entrar va pintando de ese color el cuello y va quitando sus tensiones, los hombros, el hombro derecho, el izquierdo.

Ese aire al entrar va pintando el pecho, la zona alta de la espalda, la zona media.

Va discurriendo por la zona baja de la espalda, por el abdomen al inspirar.

Se pinta de ese color el tejido en los brazos, el derecho, hasta llegar a la mano derecha, el izquierdo, hasta llegar a la mano izquierda y a cada uno de los dedos.

Toma conciencia de cómo con la respiración entra vida en tu cuerpo, entra energía, las tensiones se van y tu cuerpo se colorea con ese color el tejido en todo en tu interior.

Inspirar ese aire de ese color el tejido llega a la cintura, al glúteo, a la pelvis.

Va discurriendo hacia abajo por las piernas, por los muslos, las rodillas, los gemelos.

Y va discurriendo hacia los pies y va enraizándote con la tierra.

Poco a poco.