Participación de Antonio Escohotado en debate sobre Liberalismo 2q4z5n

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Muchas gracias por estar todos aquí en este tórrido día de verano, que debería invitar poco al pensamiento, pero quien dijo miedo.

Bueno, estoy muy contenta, me siento muy honrada de que me hayan invitado a moderar esta mesa con gente tan interesante y más sobre un tema tan candente y apabullante como el liberalismo progresista.

A ver, me gustaría hacer unas breves reflexiones previas para inspirar a nuestros ponentes, que no creo que lo necesiten, pero bueno, yo cuando pienso en liberalismo progresista me acuerdo siempre de esa escena de por quién doblan las campanas de Ernest Hemingway, que el héroe Robert Jordan le cuenta a su Ligue María que toda su familia en Estados Unidos son republicanos.

Y ella, pobrecita, en su inocencia, decía, pues les habrán torturado a todos.

Dice, sí, sí, sí, todos, todos, todos torturados.

Daría risas, si no diera a veces ganas de llorar, cómo una misma etiqueta política o filosófica puede cambiar de opinión según el punto de vista y el contexto.

Significativamente, si lo pensáis, el liberalismo progresista es una etiqueta política, por llamar algún modo, de pensamiento que en España cae en desuso, más o menos, con la Segunda República y que cuando se recupera bajo el franquismo es básicamente para ofender.

Es un insulto. Llamar a alguien liberal es un insulto, llamar a alguien progresista es doble insulto y liberal progresista ya ni te cuento.

A día de hoy no parece que hayamos evolucionado mucho desde el franquismo porque un liberal progresista parece que es alguien a quien los de derechas llaman socialdemócrata, pero con una cara de mucho asco, los de izquierdas llaman traidor o de derechas y todo el mundo llama tío raro.

Bueno, aquí estoy rodeada de cuatro tíos raros, bueno, cinco si se me incluyen a mí, que van a reflexionar sobre este asunto.

Os decía que estoy muy contenta de que me hayan puesto en estas cuatro personas porque, a ver, personas brillantes hay muchas, personas cultas hay muchas.

Pero no hay todo el mundo que entienda la unidad de pensamiento, vida y obra como creo que la entienden los cuatro aquí presentes.

Ha caído en desuso una categoría que seguramente los cuatro conocen, no ha caído en desuso porque no se usa, no se piensa en ella, que es la sofía perennis, o sea, la filosofía entendida no como un producto de más o menos consumo intelectual, no como una marca que uno promociona para ganar premios, como algo que uno asume como actitud de vida.

O sea, lo que uno sabe, lo que uno piensa, en coincidencia con lo que uno dice, lo que uno hace, pero que además aspirando a una coherencia profunda en beneficio propio de los demás.

Yo creo que las cuatro personas que me rodean, cada uno en su estilo, tengo a mi derecha a Aurora Anacarina Bravo, que es periodista, politóloga, atención y futbolista.

Eso solo para mí, ya me inspira un respeto.

Es una persona que, a pesar de su insultante y evidente juventud, parece que no tiene otra cosa que hacer mejor que dedicarse a interesarse por la política.

Me parece muy bien en los tiempos que corren, un momento en que la política da asco y deprime a las personas jóvenes, pues que personas como tú, Aurora, le pongáis la pasión que le estáis poniendo.

Aquí tenemos a Juan Claudio de Ramón.

Hemos negociado durante jornadas cómo le presento, porque Juan Claudio de Ramón,