
Reflexiones del Evangelio | Jn 14,27-31a - 20 de mayo de 2025 6l6z25
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Martes - Quinta semana - Tiempo de Pascua - Jn 14,27-31a - "Si me amaran, se alegrarían de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo" y2a6f
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
El martes de la quinta semana de Pascua, el Evangelio que toque es el de Juan 14, 27 al 31a.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos, La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy yo como la del mundo. Que no tiemble su corazón ni sea cobarde. Me han oído decir, me voy y vuelvo a su lado. Si me amasen, se alegrarían de que vaya el Padre. Porque el Padre es más que yo.
Se los he dicho ahora antes de que suceda, para que cuando suceda sigan creyendo. Ya no hablaré mucho con ustedes, pues acerque el príncipe del mundo. No es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre y que lo que el Padre me manda, yo lo hago. En el texto de hoy Jesús busca consolar a sus discípulos a la vista de su muerte cercana.
Por tal motivo este relato se divide en tres partes. En la primera, Jesús consuela a los suyos dejándoles su paz. En la segunda, los consuela anunciándoles a dónde irá. Y en la tercera, los consuela anunciándoles que su amor por el Padre es total y que amarlo es lo que hay que hacer en la vida, pues eso es lo que realmente consuela.
Recordemos que en esa última cena, el ambiente del grupo era de mucha preocupación y tristeza ya que sabían que estaban buscando a Jesús para matarlo. Seguramente ellos habían entrado a la ciudad ese jueves al anochecer, al empezar el viernes, y lo habían hecho a escondidas a fin de compartir la cena de Pascua, porque la Pascua había que comerla en la ciudad de Jerusalén. Y durante la cena, después de anunciar las traiciones de un par de ellos, la de Judas y la de Pedro, el ambiente estaba cargado de tristeza y ellos andaban llorosos. Además, Jesús estaba despidiendo de los suyos y esto los hundió en una mayor tristeza. Todo se veía gris y no parecía haber salido.
Entonces Jesús busca animarlos y consolarlos y decirles que no se preocupen, que lo que está por suceder es lo mejor que puede pasar para Él, para ellos y para toda la humanidad.
Ese deseo nos lleva a la primera parte del relato de hoy, en donde Jesús consuela a sus discípulos dejándoles su paz. El relato empieza diciéndonos que Jesús dijo a los suyos, la paz les dejo, mi paz les doy. En medio de ese ambiente de honda tristeza, Jesús les dona su paz, pues ella es de Dios. Y en oposición a esa paz está el miedo, y el miedo no es de Dios.
El miedo es del enemigo, y cuando hay miedo, quien nos guía es el enemigo. Y en aquellos momentos difíciles que a veces enfrentamos, el miedo que viene del enemigo nos empuja a tomar decisiones apresuradas a fin de salir de un apuro, y esas decisiones suelen ser contrarias a la voluntad de Dios. Por eso siempre, antes de tomar una decisión, hay que buscar la paz que da Dios, que es esa paz que a pesar de los problemas nos deja serenos y confiados. Es esa paz que viene de la seguridad de saber que si estamos haciendo lo que Dios desea, Él se preocupará de nosotros y verá que terminemos bien. Bueno, pues esa es la paz que nos deja Jesús, una paz que se funda en una confianza total en Dios. Por eso añade, mi paz no se la doy como la del mundo.
Pues la paz que da Dios es profunda, real, sincera, generosa, y como resultado nos quedamos serenos con una honda y duradera alegría interior. En cambio, la paz del mundo es una paz de conveniencia.
Cuando en el mundo se alcanza la paz, si bien hay acuerdo entre las partes, esa paz no es definitiva.
Lo que se logra es un equilibrio inestable que ante una mínima dificultad se puede romper, y lo que viene después es peor. Porque la paz del mundo no elimina las armas, por el contrario, las naciones por precaución continuarán armándose. Por eso la paz del mundo no da serenidad, sólo ofrece un respiro momentáneo.
En cambio, Jesús deja lo suyo, su paz, una paz que es verdadera, profunda y estable, y esa es la paz que desea que ellos tengan. Y cuando uno vive en la paz de Dios, ningún problema o persecución lo podrá turbar. Inmediatamente después les dice que no tiemble su corazón ni sea cobarde. Es decir, sean valientes, háganle frente al mal, no le tengan miedo, pues la valentía es propia del cristiano, el verdadero cristiano.
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