03x01 José Bretón, el incinerador de niños 2t3j31

Hola, bienvenido. Aquí comienza El Señor de los Crímenes.

¿Qué tal? ¿Cómo estás? Espero que muy bien, que hayas podido superar estos calores que nos han atacado durante el verano de la mejor manera posible, que hayas podido sobrevivir también a la oleada de robos y otras acciones que, por desgracia, están aumentando en las zonas donde nos concentramos en verano.

Esperemos que no hayas sido una de las víctimas, seguramente no, porque habrás estado, como tienes que estar, atento siempre a lo que ocurre a tu alrededor, porque por mucho que nos maquillen la realidad, por desgracia, es muy posible que nuestra seguridad se vaya a ir viendo poco a poco mermada.

Así que nos interesa estar muy pendientes de los sucesos, de lo que ocurre en nuestra provincia, en nuestra ciudad, en nuestro país, porque tarde o temprano cualquiera de nosotros podemos encontrarnos con algún problema.

Hoy vamos a afrontar uno de esos casos que nos tocaron a todos el corazón y que nos mantuvo a todos muy pendientes de la información.

No es otro que el caso José Beretón, ese hombre absolutamente malvado que puso por delante sus propios intereses, y esto es algo que siempre hacen los asesinos.

Él conoce sus razones y poco después del crimen pudimos adivinar qué le había llevado a cometer la peor atrocidad posible, que es matar a los propios hijos.

Hay pocas cosas más terribles que esta.

Lo cierto es que su mujer, Ruth, había decidido separarse de él.

Ya no podía soportar más la relación que llevaban y él no se lo tomó nada bien.

Aunque aparentó aceptar el régimen de visitas en el que ella se quedaba con los niños entre semana y él pasaba con ellos los fines de semana, lo cierto es que desde el mismo momento en el que Ruth hizo completamente efectiva su decisión de irse a Huelva y dejarle a él en Córdoba y separarse porque no podían tener una vida en común, José Beretón empezó a tramar un plan para hacerle todo el daño posible.

No es que la ruptura del matrimonio le pillara por sorpresa, porque es evidente que la relación hacía mucho tiempo que no era idílica, pero tenía esa concepción machista en la cabeza de que la mujer siempre tiene que estar con el hombre.

No puede comprender en ningún momento que Ruth tiene una voluntad propia, un pensamiento propio, y es perfectamente capaz de ser independiente.

Para él, su mujer forma parte de sus cosas, de su caja llena de objetos, y por supuesto no puede concebir que ella se marche sin más.

Así que cuando en septiembre de 2011 Ruth le comunica definitivamente a José Beretón que ya no quiere seguir con él, que el matrimonio va a acabar, cuando por fin este hombre entiende que nada de lo que haga va a hacer que ella cambie de determinación, empieza a pensar en ese plan retorcido en el que va a incluir a dos personas absolutamente inocentes que no tienen nada que ver con la relación que llevan sus padres, pero que van a sufrir las consecuencias porque José Beretón va a utilizarlos para hacerle daño a su mujer.

Son dos niños preciosos, con una apariencia absolutamente bondadosa.

Ella se llama Ruth y tiene seis años, y él José, y tiene solo dos años.

José Beretón, el padre, no les va a dejar vivir mucho más.

Empieza a pensar cómo puede hacer algo que cause mucho daño a su mujer y que por supuesto a él le libre de toda culpa.

Y pasa días pensando exactamente cómo va a seguir esos pasos que le van supuestamente a liberar de cualquier responsabilidad y que va de alguna manera a poner a Ruth otra vez a su lado.

Quién sabe si Beretón en su fantasía imaginaba una realidad paralela en la que Ruth, al ver que no estaban los niños, se unía a él y se consolaba sobre su hombro.

Quizá soñaba con esa idea en la que ambos iban a buscar a los niños, como si eso pudiera unirles de nuevo.

O tal vez todo le daba igual.

Lo único que quería era que Ruth sufriera porque se había atrevido a dejarle, a abandonarle.

En cualquier caso, lo que tenemos muy, muy claro es que a José Beretón sus hijos le importaban muy poco.

Y eso que se hartaría de repetir, como hacen todas las personas que necesitan justificarse, que no es verdad.