
La Biblioteca Encantada 338, con César Mallorquí 94670
Descripción de La Biblioteca Encantada 338, con César Mallorquí 4di4u
El secreto de Gabriela Salazar En esta velada de La Biblioteca Encantada que estamos a punto de vivir hablaremos de un camino incierto, el iniciado por una mujer, Guadalupe Salazar, que será la primera ocupante de un viaje peligroso y necesario. Hoy hablamos de recuerdos, de historia, de crímenes casi olvidados y de la necesidad de desenmascarar, juzgar y recordar a los criminales que los cometieron. Vamos a viajar hasta un rincón oscuro de la historia reciente de la humanidad, con tanta documentación que parece imposible que haya quien aún no sepa ciertas cosas… o que pretende que otros no lo hagan nunca. Hoy, además, nos visita uno de esos autores que ya han estado por aquí, pero a quien siempre es un gusto visitar. César Mallorquí regresa a La Biblioteca Encantada con un libro sobre espías, asesinos y realidades que parecen sacadas de la mente imaginativa y alucinada de un escritor. 466w5k
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La Biblioteca Encantada, el rincón de los libros en la radio.
Un programa para creadores incansables y lectores empedernidos.
Un viaje desde la Biblioteca Municipal de Chapillería con María Ángeles Fernández en técnica y edición, Mónica Fraile como bibliotecaria anfitriona y Javier Fernández en dirección, guión y locución. Si quieres escucharnos, di amigo y entra.
Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así.
Daniel El Mochuelo, desde el fondo de sus once años, lamentaba el curso de los acontecimientos, aunque lo acatara como una realidad inevitable y fatal. Después de todo, que su padre aspirara a hacer de él algo más que un quesero era un hecho que honraba a su padre. Pero por lo que a él afectaba, su padre entendía que esto era progresar. Daniel El Mochuelo no lo sabía exactamente. Que el que él estudiase bachillerato en la ciudad podía ser a la larga efectivamente un progreso. Ramón, el hijo del boticario, estudiaba ya para abogado en la ciudad y cuando les visitaba durante las vacaciones venían pingorotados como un pavo real y les miraba a todos por encima del hombro. Incluso al salir de misa los domingos y fiestas de guardar se permitía corregir las palabras de don José, el cura, que era un gran santo, pronunciada desde el público.
Si esto era progresar, marcharse a la ciudad y iniciar el bachillerato constituía asumida la base de este progreso. Pero a Daniel El Mochuelo le bullían muchas dudas en la cabeza a este respecto. Él creía saber cuánto puede saber un hombre. Leía de corrido, escribía para entenderse y conocía y sabía aplicar las cuatro reglas. Bien mirado, pocas cosas más que habían en un cerebro normalmente desarrollado. No obstante, en la ciudad los estudios de bachillerato constaban, según decían, de siete años y después los estudios superiores en la universidad de otros tantos años por lo menos. ¿Podría existir algo en el mundo cuyo conocimiento exigiera catorce años de esfuerzo, tres más de los que ahora contaba Daniel? Seguramente en la ciudad se perde mucho el tiempo, pensaba El Mochuelo, y a fin de cuentas habrá quien al cabo de catorce años de estudio no acierta a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón.
La vida era así de rara, zurda y caprichosa. El caso era trabajar y afanarse las cosas inútiles o poco prácticas. Daniel El Mochuelo se revolvió en el lecho y los muelles de su camastro de hierro chirrearon desagradablemente. Que él recordase, era ésta la primera vez que no se dormía tan pronto como caía en la cama. Pero esta noche tenía muchas cosas en qué pensar. Mañana tal vez no fuese ya tiempo. Por la mañana, a las nueve en punto, tomaría el rápido ascendente y se despediría del pueblo hasta las navidades. Tres meses encerrado en un colegio. A Daniel El Mochuelo le pareció que le faltaba el aire y respiró con ansia.
Si alguien me pidiese hoy un buen libro para leer, probablemente le recomendaría este con el que acabamos de empezar, El Camino, la tercera novela del escritor vallesoletano Miguel de Libes, publicada en 1950 y recreadora del ambiente rural de la posguerra. Una historia de campo y de pueblo en la que conoceremos a Daniel El Mochuelo, un niño de once años que está a punto de marcharse de su pueblo y recuerda su vida hasta ese momento. Una novela que yo mismo debería haber leído hace muchísimos años, pero que no he disfrutado hasta hace solo unos días, lo que me hace un creyente nuevo que no parará de recomendarla durante toda su vida.
A veces la vida nos lleva por senderos que ni siquiera podíamos imaginar y es ella la que corre mientras nosotros procuramos no perder el paso. Y si nos ceñimos a los libros, hay lecturas que hemos transitado o dejado de lado por unas circunstancias o por otras.
No hay una medida justa ni una regla establecida, cada uno llega a los libros que elige en base a toda una suerte de circunstancias.
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