
Descripción de La Casa de la Calle Olmedo 75k2y
Bienvenidos a Terror Junto a la Hoguera, el podcast donde los relatos paranormales cobran vida entre sombras y susurros. En este nuevo episodio, descubrimos lo que ocurre cuando heredas algo más que una propiedad. Una casa antigua, una calle desierta en un pueblo de Cuenca… y una presencia que no pertenece a este mundo. Golpes en la madrugada, pasos invisibles, y una advertencia helada: “No debiste quedarte aquí.” Escucha este escalofriante relato y pregúntate: ¿quién —o qué— sigue habitando la casa de la calle Olmedo? No olvides seguirnos y compartir si te gusta el terror contado al calor de la hoguera. 1n6h63
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Bienvenido, te acercaste al fuego buscando calor, pero lo que encontraste fue algo muy distinto.
Las historias que escucharás te envolverán en un manto de misterio, miedo y oscuridad.
Apaga las luces, deja que el crepitar de la hoguera sea tu compañía.
Esto es terror junto a la hoguera.
¿Estás listo para quedarte hasta el final? La casa de la calle Olmedo. Ori.
Había heredado la casa de mi abuelo en un pequeño pueblo de Cuenca.
Un lugar donde las calles eran de piedra y las noches demasiado silenciosas.
Nadie vivía en la calle Olmedo desde hacía años, salvo yo ahora.
Era una casa vieja, de mulos gruesos y techos de viga de madera.
Crujía con cada paso, con cada ráfaga de viento, pero lo peor era de noche.
Aquella noche la luna llena iluminaba la calle desierta.
No había farolas encendidas, solo el resplandor frío que entraba por las ventanas.
Cerca de las tres de la madrugada me desperté.
No sé por qué.
Solo sé que había un silencio denso, como si todo el pueblo contuviera la respiración.
Entonces lo oí.
Un golpe seco en la puerta de entrada.
No era el viento, era firme, preciso.
Me levanté con el corazón latiéndome, latiéndome en los oídos y miré por la ventana.
La calle seguía desierta, pero había algo raro.
La luna proyectaba sombras nítidas de los árboles y los tejados.
Pero frente a mi puerta no había sombra alguna.
Tragué saliva y bajé las escaleras sin encender las luces.
Me acerqué a la puerta y apoyé la oreja.
Silencio.
Luego, tres golpes más.
Toc, toc.
Sentí un escalofrío.
No podía ser nadie del pueblo.
A esas horas todos dormían.
Decidí no abrir.
Subí de nuevo a mi habitación.
Me metí en la cama tratando de convencerme de que sólo era mi imaginación.
Pero entonces escuché la puerta abrirse.
El chirrido de la madera heló la sangre.
No puede ser, pensé.
Había dejado la puerta cerrada con llave.
Los pasos resonaron en el suelo de la entrada.
Lentos, pesados.
Me tapé con las sabanas como un niño asustado.
Los pasos subieron las escaleras uno a uno.
Cada crujido del suelo se clavaba en mi pecho.
Intenté contener la respiración.
Los pasos se detuvieron frente a mi puerta.
Y entonces la manija giró.
La puerta se abrió sólo un poco.
Lo suficiente para ver.
Nadie estaba ahí.
Pero el aire se volvió helado.
Y un susurro resonó en la oscuridad.
No debiste quedarte aquí.
La puerta se cerró de golpe.
A la mañana siguiente, cuando reuní el valor para salir, encontré algo en la entrada de la casa.
Marcas de pisada en el polvo.
Pero no eran humanas.
Desde esa noche, la casa de la calle Olmedo se quedó vacía otra vez.
Porque entendí que aunque nadie viviera ahí, algo seguía habitándola.
Y así las chavas devoraron el último susurro de la noche.
Pero ahora te toca a ti.
Sí, a ti.
Que estás al otro lado del fuego.
¿Cuál es tu historia? Envíanos tu relato de terror a terrorjuntoalahoguera.com y haz que las sombras cobren vida una vez más.
Y no olvides suscribirte para que cada vez haya más voces resonando junto a esta hoguera maldita.
Hasta la próxima, si te atreves.
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