
Descripción de La casa maldita 252w6z
En lo más profundo del frío invierno de 1944, dos soldados enemigos, un alemán que huye de los horrores de la guerra y un ruso decidido a cazarlo, encuentran refugio en la misma casa abandonada. Pero lo que parece un simple escondite esconde algo oscuro y hambriento que acecha en la penumbra. En este episodio de Terror junto a la Hoguera, prepárate para descubrir cómo, entre susurros macabros y espejos malditos, la casa los arrastra hacia un destino terrorífico y fatal. Apaga las luces y escucha con atención... quizá esta noche, la oscuridad también te observe a ti. 58o3s
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Bienvenido. Te acercaste al fuego buscando calor, pero lo que encontraste fue algo muy distinto.
Las historias que escucharás te envolverán en un manto de misterio, miedo y oscuridad.
¡Apaga las luces! Deja que el crepitar de la hoguera sea tu compañía.
¡Esto es terror junto a la hoguera! ¿Estás listo para quedarte hasta el final? La Casa Maldita. Parte 1. El Desertor.
Alemania. Invierno de 1944. La nieve caía incesante, cubriendo todo rastro de humanidad, mientras la guerra rugía ferozmente en los bosques oscuros del frente oriental.
Heinrich, un joven soldado alemán agotado y horrorizado por la violencia, decidió que prefería morir huyendo que seguir en aquella carnicería sin sentido.
Aprovechando un descuido, desertó en plena noche, escapando hacia la espesura del bosque.
Horas después, completamente agotado, vio emerger entre los árboles la silueta oscura de una casa antigua abandonada.
Sus paredes, de piedra, estaban parcialmente derruidas y las ventanas rotas, pero parecía ofrecer refugio del viento helado.
Al acercarse, sintió una extraña opresión en el pecho, una sensación que descartó como simple cansancio.
Entrando en la casa, fue recibido por un hedor a humedad, podredumbre y algo más, algo fétido que no podía identificar.
Las tablas rugían alarmantemente bajo sus pies, mientras sombras alargadas danzaban bajo la tenue luz, una luz lunar que filtraba en los cristales rotos.
Intentando ignorar la sensación de incomodidad creciente, encendió una pequeña hoguera en la chimenea, parcialmente destruida, y se sentó, tiritando, tratando de calentarse.
Pronto, sonidos inquietantes comenzaron a resonar en los muros y techos.
Sonidos sensibles al principio, pero cada vez más claros y cercanos.
Susurros inteligibles, pasos leves y risas apagadas.
Incapaz de ignorarlos, Henrich tomó su fusil y subió lentamente por una vieja escalera que parecía gemir a cada paso.
Al llegar al piso superior, un corredor oscuro y lugure se extendía frente a él.
Al fondo, una puerta estaba entreabierta, alanceándose lentamente.
Entró poco a poco, y en medio de la habitación desnuda, encontró un viejo espejo cubierto de polvo.
Al acercarse para observar su reflejo cansado y demacrado, sintió un escalofrío.
De pronto, la imagen comenzó a distorsionarse grotescamente, revelando una figura demoníaca de ojos brillantes y sonrisa perversa.
Antes de que pudiera reaccionar, una fuerza sobrenatural lo lanzó contra la pared, golpeándole violentamente.
Henrich gritó desesperado mientras la oscuridad lo rodeaba, sintiendo como sus huesos se quebraban lentamente.
Sus gritos finales se apagaron, se apagaron en un eco que resonó en la soledad del bosque.
Horas después, siguiendo huellas casi borradas por la nieve, Víctor, un implacable soldado ruso, avanzaba decidido a cazar al desertor.
Víctor era conocido por su determinación y crueldad. Jamás dejaba escapar a una presa.
Sin embargo, la tormenta arreciaba con fuerza sobrenatural, como si quisiera alejarlo de su objetivo.
Tras luchar contra el viento y el frío implacables, divisó la misma casa.
Al acercarse, sintió una inexplicable punzada de advertencia, pero la ignoró.
Víctor entró decidido, metódico, examinando cuidadosamente cada rincón.
Nada parecía fuera de lo normal, excepto aquella sensación constante de que algo estaba profundamente equivocado.
En el piso superior encontró el espejo, que ahora reflejaba claramente al atormentado Henrich atrapado en su interior, golpeando desesperado el cristal desde el interior.
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