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El Pájaro Cantor
Entre el recuerdo y la negación

Entre el recuerdo y la negación 2xi5w

26/2/2025 · 05:01
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El Pájaro Cantor

Descripción de Entre el recuerdo y la negación 4r3v71

El texto reflexiona sobre la importancia de la memoria histórica y la conmemoración de eventos como la liberación del campo de concentración de Auschwitz. Critica la tendencia a minimizar o relativizar los horrores del pasado, señalando el peligro de olvidar las atrocidades cometidas. Además, denuncia la manipulación del discurso histórico, donde recordar ciertos hechos es tachado de revanchismo, mientras que otros episodios reciben homenajes y justificaciones. También cuestiona cómo personas comunes pueden convertirse en verdugos bajo regímenes totalitarios y advierte sobre los riesgos de repetir la historia bajo nuevas formas. 692u17

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

El pasado mes de enero se celebró, de manera demasiado íntima y personal en mi opinión, la conmemoración del 80 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz.

Habló de una pequeña ceremonia que todos los años convoca a unas cuantas decenas de personas en un lugar sencillo y que sirve para recordar, emocionar y encender de nuevo las velas de la precaución y la memoria.

Los campos de concentración y de muerte fueron el acontecimiento más aberrante e indigno que nos avergonzó como especie y como género humano.

Por eso es importante juntarnos cada año y recordar, porque necesitamos revalidar nuestro compromiso con la vida y por eso también nos dignificamos con nuestros discursos breves y nuestra presencia.

El olvido no puede ser aquí esencia, porque no nos lo podemos permitir, porque ahora estamos viviendo un nuevo reverdecer de la moral más rancia y amarillenta.

En una de mis últimas conversaciones con amigos y conocidos he vuelto a oír el argumentario manido de que recordar es sinónimo de revanchismo, guerra-civilismo y que no me olvide tampoco que hubo muertos en paracuellos.

Es una dialéctica perversa y zala, tengo la impresión de que hablar de lo que pasó en la crudeza de las guerras sea algo que cansa, que está superado y que nuestro discurso es en blanco y negro y con la voz en off del narrador del nodo.

Edulcoramos el debate con ideas como que el tiempo en que vivimos llenadas de la concordia y la reconciliación exige que pasemos página de muchas cosas, que afortunadamente vivimos en otro tiempo y que las guerras y genocidios siempre les tocan a otros.

Si se te ocurre rebatir leve, sutil e ingenuamente diciendo que la libertad está en peligro, que somos un país con heridas profundas, con dolorosas cicatrices y que la autocracia puede sobrevenirnos sin avisar, eres un progre, un triste y convocación de cenizo.

Con semejante panorama me dan ganas de echarme al monte, empezar a pegar tiros y gritar sin complejos.

Tengo claro que es una cuestión de tiempo que se acepte con generosidad que Franco no fue un criminal, como sus homólogos dictadores traidores, que los nazis son solo soldados en un videojuego y que el orden y la ley son necesarios porque si no, nuestra sociedad desaparecerá tal y como la conocemos, con todas sus bondades paradisiacas y los unicornios en forma de móviles de última generación.

¿Y de paracuellos qué? Poco nombráis a los curas asesinados por las checas y el terror rojo.

Otro argumento engañoso y divino, parece que opinar sobre la dictadura fascista que mantuvo a este país en la Edad Media más oscura tenga como corolario que se aceptan y justifican otros desmanes despiadados.

Los curas de Paracuellos tuvieron sus homenajes, sus ceremonias recordatorias y heroicas y fueron pasados a cuchillo por el mismo odio que mataba en cunetas, torturaba en comisaría durante muchos años y rapaba el pelo a las sucias mujeres sospechosas de haber convivido con el demonio marxista.

El problema igual no es el bando por el que murieron, sino saben por qué, quién y cómo los asesinaron.

Los campos de concentración nazis estaban vigilados por tenderos de Hamburgo, fontaneros de Dresde o zapateros de Berlín.

Cómo llegaron a deshumanizarse y a ser unas bestias deleznables, lo sabían los obispos del Vaticano, los inversores de Bolsa y los comisarios políticos de la KGB o de la Falange.

Igual habría que deshumanizcarlos y volver a reconocerlos ahora con sus nuevos y sofisticados disfraces.

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