
El Japón de McArthur: del Militarismo a la Democracia 5z226d
Descripción de El Japón de McArthur: del Militarismo a la Democracia 5h3821
En agosto de 1945, Japón era un páramo de ruinas. Sus ciudades yacían convertidas en escombros, millones de personas estaban sin hogar y la sombra de Hiroshima y Nagasaki pesaba sobre el Imperio del Sol Naciente. Derrotado, humillado y al borde del colapso, el país se enfrentaba a la disyuntiva más difícil de su historia: desaparecer en la miseria o reinventarse desde las cenizas. Y entonces llegó él. Douglas MacArthur, el hombre que había vencido en el Pacífico, el general que desafió a presidentes y enemigos por igual, aterrizó en Japón no como un conquistador, sino como un arquitecto de una nueva nación. Con una mezcla de autoritarismo y pragmatismo, dirigió la ocupación con mano firme, desmantelando el militarismo, imponiendo una nueva constitución y transformando una sociedad feudal en una democracia moderna. Sin disparar un solo tiro, MacArthur logró lo que pocos hubieran imaginado: convertir a su antiguo enemigo en un aliado y en una futura potencia económica. ¿Fue un visionario o un tirano disfrazado de redentor? ¿Realmente salvó a Japón o simplemente lo puso al servicio de los intereses estadounidenses? Lo cierto es que su legado aún perdura. La historia de esta reconstrucción, llena de decisiones audaces, imposiciones controvertidas y un pueblo dispuesto a adaptarse al cambio, es una de las más fascinantes del siglo XX. Esta es la historia de la resurrección de Japón… y del hombre que la hizo posible. Esta, es su Historia.... Bienvenidos a ‘Que vuelen alto los dados’. Comenzamos. 🖖 Síguenos en: · Nuestra web: https://quevuelenaltolosdados.com/ · YouTube: https://www.youtube.com/@QueVuelenAltolosDados · TikTok: https://www.tiktok.com/@quevuelenaltolosdados?lang=es · Facebook : https://www.facebook.com/QueVuelenAltoLosDados · Instragram: quevuelenaltolosdados · Twitter: @QVAD_Hist o: [email protected] Puedes ayudarnos a mantener y mejorar el programa en : https://ko-fi.com/quevuelenaltolosdados 🎼Soundtrack: · The Story, de Alexander Nakara · Black Knight, de Rafael Krux. · Hymn heroes epic. · Adventures of Flying Jack Free for Commercial Use, Free Of Royalties, Free Of Attribution, Creative Commons 5w6t5v
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MacArthur había estudiado el folclore, la política y la economía japonesa,
y comprendía la energía y el vasto potencial del país. Sabía que aunque muchos consideraban a
Japón pequeño, en realidad era más grande que Italia y casi del tamaño del Reino Unido,
con una población el doble de grande que la de cualquiera de las principales naciones de
Europa Occidental. Entendía que la isla había sido modelada por su geografía y su clima variado.
MacArthur también percibió que los japoneses eran dirigidos por la tradición. La llegada
de la tecnología moderna o la derrota en la guerra no había disminuido la relevancia del
emperador. Incluso después de los bombardeos de los B-29, los conductores de tranvía se detenían
frente a las puertas del Palacio Imperial para inclinarse. Hasta la década de 1950, miles de
japoneses murieron asfixiados en una multitud que intentaba rendir homenaje a Hirohito en su
cumpleaños. A los funcionarios no se les ocurrió informarle de la tragedia. Se limitaron a llevarse
los cuerpos y asegurarse de que la multitud devota en su celo no había hecho daño.
El aislamiento de su soberano siempre ha sido importante para los japoneses. Incluso los
Ogunes, los señores feudales que una vez gobernaron en nombre del Todopoderoso,
fueron descritos elípticamente como los hombres detrás de las pantallas de bambú,
un detalle bien conocido por MacArthur que adoptará con gusto su propio papel de hombre
tras la pantalla de bambú. El siglo XX trajo en Japón la consolidación del militarismo y el
Zibatsu, un conglomerado de familias industriales que controlaban la economía. La religión
sintoísta se transformó en una herramienta de propaganda nacionalista y los derechos civiles
eran inexistentes. La Kenpeitai, la Gestapo japonesa, reprimía cualquier pensamiento
disidente. Sin embargo, bajo los cosméticos importados, más allá de las autopistas de
hormigón, detrás de la elaborada fachada amanerada, Japón seguía siendo la más oriental de las
naciones. La mitad de la población, más de 35 millones de personas en 7 millones de hogares,
trabajaba en casi 6 millones de granjas con sus anchos sombreros de paja y sus
desgreñados impermeables de tallos de arroz. Para celebrar sus cosechas, los sacerdotes
abrían los festivales tocando las campanas de los templos que habían estado en uso durante
siglos. El orden era mantenido por los tonari-gumi feudales, asociaciones de vecinos.
Los periódicos celebraban una encantadora costumbre medieval imprimiendo en sus ediciones
de año nuevo odas de 31 sílabas, los tanka y también haikus de 17 sílabas, imitadores
del gran poeta Basho y escrito por todos los japoneses cultos, incluido Hirohito,
aunque por supuesto, siendo un dios, no se le concedió ningún premio.
El arte de los títeres, el bunraku, floreció. También lo hizo el gagaku, la antigua música de
la corte, así como la lucha de sumo, el deporte nacional, y lo mismo hicieron las obras de
kabuki que glorificaban las hazañas de la guerra. En tiempos de paz, Tokio siempre había sido una
de las ciudades más coloristas del mundo, pero Japón estaba crónicamente superpoblado,
solo el 15% de la tierra es cultivable, e incluso esta parte no es particularmente fértil. Con el
espacio escaso, era inevitable que Japón se convirtiera en la patria de las radios y los
televisores diminutos, así que debían exportar suficientes bienes de este tipo para pagar los
alimentos importados o bien asentar a su población excedente en otro lugar, y por eso atacó a China
en 1937 y luego a Estados Unidos, el protector de China, cuatro años más tarde. Antes de Pearl
Harbor, Japón había sido llamado el taller de Asia, pero tras la guerra, era el montón de chatarra
de Asia. El imperio de Hirohito se había reducido en un 81%, pasando de más de 2 millones de kilómetros
cuadrados tan solo a 381.000 kilómetros cuadrados. Al final de la Segunda Guerra Mundial, Japón estaba
devastado, más de 2 millones de hogares habían sido destruidos por las flotas aéreas de Limei,
y los propios japoneses habían arrasado otro medio millón para hacer contrafuegos. Cerca de
7 millones de soldados nipones estacionados en China, Corea, la Indochina sa, Malasia,
y otros puestos de avanzada aún custodiados por los ejércitos del emperador pronto serían
desmovilizados y repatriados, y una vez que hubieran regresado, acompañados por los civiles
japoneses que habían gobernado poblaciones subyugadas, las islas natales de Japón necesitarían
al menos 4 millones de nuevas viviendas. Sus ciudades eran escombros, millones de personas
estaban sin hogar, y la economía era inexistente. Hiroshima y Nagasaki eran campos de ceniza.
El presidente Truman había nombrado a MacArthur comandante supremo de las potencias aliadas sin
consultar a nadie fuera de su personal inmediato, y más tarde se arrepentiría amargamente de esta
decisión. Y MacArthur disfrutará de su papel como virrey de Japón, llamándolo el último regalo de
Marte a un viejo guerrero. Comenzó su nueva tarea sorprendiendo a todo el mundo. El secretario del
tesoro, Henry Morgenthau, que había elaborado un nuevo plan para la invasión de Japón,
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