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Las LLamas del Pecado
Memorias de verano. Capítulo 1

Memorias de verano. Capítulo 1 1f5v1s

8/5/2025 · 01:09:11
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Las LLamas del Pecado

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Nunca imaginé que aquel verano de exilio en aquel remoto pueblo cambiaria mi vida. _____________________________________________ Hola! Ayúdame uniéndote a Ivoox desde los siguientes enlaces: * Anual https://www.ivoox.vip/?-code=c7cb5289b6e940372f0f816d1de4fe6e * Mensual https://www.ivoox.vip/?-code=9af38537eef891dabb408d0e292f3c38 *Plus https://www.ivoox.vip/plus?-code=208ff5ca551218eda9d25aad9113bc8c 333y6k

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Hoy presentamos, Memorias de verano.

Capítulo 1 En 1991 yo tenía 19 años y me masturbaba varias veces al día.

Es una forma extraña de comenzar un relato, pero es la verdad y un dato importante para entender los acontecimientos que tuvieron lugar aquel año. Andaba más salido que el pico de una plancha, más caliente que el perro de Satán. Creo que ya os hacéis una idea. Para colmo no tenía novia. Y salvo que alguna chica del barrio bebiese suficiente birra y fumase bastante porro como para dejarse manosear o acceder a hacerme una desganada paja, mi vida sexual era tan triste como la de Robinson Crusoe.

Más aún, ya que al menos el amigo Robinson podía aliviarse petando el moreno culo del indígena aquel que se encontró en la isla. Yo tenía que conformarme con un par de revistas que ocultaba bajo el colchón, sabiendo que mi madre sabía que yo sabía que ella sabía que estaban ahí y lo que hacía con ellas, y con un par de cintas de VHS que mi padre escondía en una recóndita repisa de un armario.

Cada vez que me quedaba solo en casa, trepaba cual empalmado Spiderman en busca de aquel tesoro de plástico negro. Me sentaba en el sofá del salón desnudo de cintura para abajo y me escupía en la mano derecha, con el mando a distancia en la izquierda y los ojos fijos en la pantalla. En aquella época no podías meterte en el baño y meneártela viendo en el smartphone las fotos en bikini que sube al Instagram tu prima La Maciza o el OnlyFans de alguna gamer culona sacando la lengua y poniéndose visca como una retrasada mientras su novia transexual de pelo azul se corre en el tatuaje de Pokémon de su teta derecha. Tampoco podías encender la computadora, entrar en tu web favorita y elegir entre el video de una madurita rodeada de mandingoles o el de una colegiala de 24 años siendo somizada por su bien dotado padrastro.

Esas cintas eran todo el Pornhub del que disponía y las había visto tantas veces que me sabría los diálogos de memoria si no fuese porque siempre me lo saltaba. Pero… aunque prefiero la tecnología actual, recuerdo con cierta nostalgia aquellas sacudidas de sardina frente a la tele, el rumor del reproductor de video, la adrenalina cuando mis padres regresaban antes de lo previsto y tenía que abortar misión, devolver la cinta a su lugar a la velocidad del rayo y disimular.

Ah, qué buenos ratos pasé, y cuántas botellas de leche habría podido llenar mientras miraba hipnotizado la boca golosa de Jim Herlin, el culo perfecto de Nina Harley o los maternales pechos de Kai Parker. En el mundo real, no conocía a diosas lascivas como aquellas, y si encontraba alguna parecida a mi escasa habilidad para la seducción se hacía patente.

No es que fuese tímido o inseguro, simplemente se me daba mal ligar. Y si llevaba unas copas de más era aún peor, ya que terminaba soltando alguna obscenidad y más de una vez me llevé una bofetada femenina o tuve que huir de un novio enfurecido. Mi físico tampoco ayudaba. Aunque no era del todo feo, tenía la nariz grande como un villano de dibujos animados y los ojos un poco saltones, lo cual propiciaba que a veces mi mirada se pareciese demasiado a la de un maníaco sexual.

Tenía el cabello oscuro y la piel morena, y en cuanto me crecía un poco el pelo todo el mundo me tomaba por gitano. Tanto era así que si me cruzaba por la calle con una señora se agarraba el bolso y me miraba desconfiada, la gente era más racista entonces. Seguro que ahora esas cosas no pasan. Pero mi principal hándicap a la hora de tratar con el sexo opuesto era mi estatura. Medía 1,62 metros, y digan lo que digan la inmensa mayoría de las mujeres prefieren hombres altos.

Al menos estaba delgado y mi miembro viril tenía un tamaño bastante digno. Tal vez no podía competir con las grandes e ilustres pollas del cine X pero desde luego estaba varios centímetros por encima de la media. Como iba diciendo, era 1991 y todo comenzó en una tranquila mañana de junio. Yo estaba tirado en el sofá, aún ataviado con un holgado pantalón de pijama y una descolorida camiseta verde que llevaba para andar por casa.

En la tele ponían uno de esos aburridos programas matinales para amas de casa y desempleados, y aunque no me interesaba un carajo la entrevista que estaba haciéndole a no sé cuál cantante, las piernas de la presentadora hicieron ponerse firme a mi guerrero de cabeza carmesí. No recuerdo el nombre de la tipa, una cuarentona con el pelo corto, tirando a rellenita y con una agradable sonrisa. Llevaba uno de esos trajes de chagrín.

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