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La tarde avanzaba lentamente, y el murmullo de la ciudad apenas se colaba a través de las ventanas de la casa.

Ramiro, un hombre cuarentón, estaba sentado en su estudio, rodeado de papeles, y con la pantalla de su computadora iluminando su rostro.

Sumido en su trabajo, no oyó los pasos ligeros que se acercaban por el pasillo.

De repente, un suave golpeteo en la puerta lo sacó de su concentración.

Al girar la cabeza, vio a su hijastra, Sofía, con una sonrisa amplia y un pastel en las manos decorado con velas encendidas.

¡Feliz cumpleaños, papi! Ramiro parpadeó sorprendido y luego sonrió ampliamente.

Se levantó de su silla y caminó hacia ella, conmovido por el gesto.

Sofía, no tenía idea de que planeabas esto, dijo Ramiro, aceptando el pastel y colocándolo sobre el escritorio.

Sofía se acercó y le dio un abrazo fuerte.

Ramiro sintió una ola de emociones mientras la abrazaba, agradecido por su cariño.

Quería hacer algo especial para ti.

Eres muy importante para mí y para la familia, ¿sabes? Ramiro la miró a los ojos, conmovido por sus palabras.

Gracias, hija.

No sabes cuánto significa esto para mí.

Sofía se apartó un poco, pero mantuvo una mano en el brazo de Ramiro.

¿Cómo te ha ido hoy? Preguntó, cambiando ligeramente el tema, mientras miraba el escritorio lleno de papeles.

Ramiro suspiró y pasó una mano por su cabello.

Ha sido un día ocupado, pero esto… esto lo hace mucho mejor.

Respondió, señalando el pastel.

Sofía sonrió, pero luego su expresión se volvió un poco más seria.

Oye, ¿y mamá? ¿Dónde está? No la he visto en todo el día.

La sonrisa de Ramiro se desvaneció un poco.

Miró hacia la puerta, como si esperara que alguien apareciera, y luego bajó la mirada.

Las cosas no andan muy bien con ella últimamente, Sofía.

¿Qué pasó? ¿Por qué no me dijiste nada antes? Sabes que puedes confiar en mí.

Ramiro suspiró de nuevo y tomó un profundo aliento antes de responder.

Hemos estado teniendo algunos problemas.

A veces las cosas no salen como uno espera, pero no quería preocuparte, sobre todo hoy.

Sofía le apretó el brazo con cariño.

Somos una familia.

Yo te quiero mucho.

Sofía, gracias.

Eres increíble.

Sofía sonrió y le dio otro abrazo.

Siempre estaré aquí para ti.

Ahora a soplar las velas.

Ramiro sonrió, sintiendo una renovada esperanza y gratitud mientras se inclinaba sobre el pastel.

Juntos soplaron las velas, dejando que la calidez de ese momento disipara, al menos por un rato, las nubes que se cernían sobre su hogar.

Horas más tarde, cuando ya era de noche, Sofía se encontraba en su cuarto durmiendo cuando unos ruidos la despertaron.

Agudizó su oído y pudo darse cuenta de que su madre y su padrastro Ramiro estaban discutiendo en su habitación.

Luego escuchó como alguien cerraba la puerta de golpe y todo quedó en silencio.

Sofía sabía que era lo que estaba sucediendo.

No era la primera vez.

Salió de su cuarto vistiendo un camisón como pijama y se dirigió hacia la sala, donde encontró a Ramiro acostado en el sofá, tratando de dormir.

Ella no debería tratarte así.

Al escuchar la voz de la joven, Ramiro se levantó de golpe sorprendido.

Nena, ¿qué haces despierta? Te escuché discutir con mamá.

Ella no debería tratarte así.

No es justo.

Eres un buen hombre.

Tu madre no opina eso.

Creo que esta situación ya no tiene remedio.

Mañana me iré de esta casa.

Ante la noticia, Sofía sintió un dolor en el pecho.

No puedes irte.

Ramiro se levantó del sofá tratando de tranquilizarla.

Nena, lo siento, yo...

Ramiro no pudo terminar de hablar.

En un acto desesperado, Sofía se quitó el camisón que llevaba como pijama, dejando ver su magnífico cuerpo totalmente desnudo.

En ese momento, Ramiro supo que lo que su hijastra sentía por él era algo más que cariño.

Sofía estaba dispuesta a todo con tal de que Ramiro no se fuera.

Observando que su padrastro estaba absorto contemplando su cuerpo, alcanzó los laterales del pantalón corto del pijama de su padrastro, y sin pensárselo dos veces, tiró del mismo hasta bajárselo más debajo de sus rodillas.

Pero, no solo bajó el pantalón, sino que con ello también le bajó la ropa interior.

Ramiro estaba ahora completamente desnudo de la cintura para abajo.

La chica enrojeció al contemplar la tremenda verga de su padrastro, que a pesar de estar flácida y dormida, era escandalosamente gruesa.

Pero, ¿qué haces, hija? Estás loca.

¿Qué pretendes?