Patagonia y Tierra del Fuego: El Reino de la Nieve, la Lluvia y el Viento (I) 3m3q6y

Océano Sofía, la aventura del conocimiento y el viaje interior a través del mar.

Un programa dirigido y presentado por Alberto de Zunzunegui Balbín.

Océano Sofía es la búsqueda del conocimiento, la cultura y los valores humanos a través de la navegación en el mar.

La primera vuelta al mundo, lograda por la expedición Magallanes-Elcano entre 1519 y 1522, constató la redondez de la tierra y supuso la posibilidad de superar la barrera del continente americano a través del descubrimiento del Paso Austral, conocido desde entonces como el Estrecho de Magallanes.

De las tierras que quedaban a ambos lados del paso, así como de sus pobladores originarios, quedaron algunas descripciones en las crónicas de aquel viaje, sobre todo de la posterior exploración de Juan Ladrillero entre 1557 y 1559.

Sin embargo, los primeros intentos de explorar aquellas tierras tras su descubrimiento, como las expediciones de Jofre de Loaiza, 1525-1526, la de Simón de Alcazaba, 1535, la de León Pancaldo, 1538 y la de Alonso de Camargo, 1540, concluyeron en tragedias y fracasos.

El clima extremo, las dificultades para la navegación y la dureza de las condiciones de vida en la región constituyeron en muchos casos escollos insalvables para aquellos intrépidos exploradores que en muchos casos dejaron allí sus vidas.

De hecho, los territorios que se extienden hacia el norte, la Patagonia y el sur, Tierra del Fuego, no serían colonizados por parte de Chile y Argentina hasta mediados del siglo XIX.

Hasta entonces, los habitantes originarios de aquellas tierras eran diferentes pueblos indígenas, la mayoría de carácter nómada como Tehuelches, Cahuéscar, Yaganes, Selknam y Haus, y más al norte, los Mapuches.

Más allá de los datos históricos, geográficos o etnográficos, Patagonia y Tierra del Fuego continúan siendo territorios escasamente poblados y en su mayor parte alejados de la civilización.

La extensión de los territorios, el clima extremo durante buena parte del año y las dificultades para las comunicaciones terrestres y marítimas continúan dificultando las posibilidades de poblar y residir en el extremo austral del continente americano.

Ello ha permitido mantener una gran parte de aquellas regiones en un estado de conservación único, en muchos casos prácticamente intacto, en donde la naturaleza sigue siendo la verdadera dueña de aquellas tierras.

Una región del planeta en donde la fauna y la flora se siguen abriendo paso a pesar de la torpeza del ser humano, y en donde el ritmo de vida continúa marcado por la dureza de las condiciones climáticas.

Un lugar donde todavía reinan la nieve, la lluvia y el viento, de ríos y aguas no contaminadas, una región indómita e inabarcable de montañas, bosques, lagos y llanuras semidesérticas ante las que el viajero se hace pequeño y constata su fragilidad frente a la dureza del medio.

Y ante toda esa grandeza engalanada de vida natural, de silencio y soledad, es fácil que el extraño se convierta en invitado de excepción, en un viaje inolvidable a una región que sin duda forma parte de lo mejor de nuestro mundo.

La región de la aventura, el sempiterno desierto, solo con torres erguidas en ansiedad de progreso, un alarido estridente revuelve el polvo reseco que ansía mostrar las arcas con mil tesoros dispersos.

Patagonia, Patagonia, tu voz se convierte en eco para perderse lejana como una lengua de fuego, cansada de arder tu furia en la hoguera del lamento.

Cuando quedas en la ausencia, adormecida en tus cerros, ¿cuándo llegará la hora, de la hora de tu tiempo, poncho indio de mi patria, tibio, ancho y altanero?