Santa Maria la Real de la Nieva 1p4m5l

El monasterio de Nuestra Señora de Soterraña se encuentra situado en la localidad segoviana de Santa María la Real de Nieva. Una localidad que fue establecida a finales del siglo XIV tras el descubrimiento por parte de los lugareños de una imagen de la Virgen que, según la tradición, había sido escondida durante la invasión musulmana de esta parte de la península ibérica a comienzos del siglo VIII.

A partir del descubrimiento de esa imagen, la reina del momento, Catalina de Lancaster, esposa de Enrique III de Trastámara, decidió establecer una comunidad monástica bajo el control de la orden dominica que utilizase ese monasterio como punto de partida para la creación de esta nueva villa de Santa María la Real de Nieva.

Esa comunidad se puso en marcha y con cierta premura logró alcanzar una cantidad de vecinos importante sobre todo atrayendo tanto a aquellos que ya vivían en el entorno como a los numerosos peregrinos que quisieron acudir a rendirle culto a esta imagen redescubierta.

Con todo, el monasterio que podemos encontrar hoy, situado al sur de la iglesia, es una construcción un tanto más tardía respecto a la creación de la villa de Santa María la Real de Nieva, puesto que las obras que hoy podemos contemplar probablemente son el fruto de una ampliación realizada ya a partir de 1414, por tanto más de 20 años después del descubrimiento de la imagen, y cuando aún Catalina de Lancaster estaba viva ejerciendo como regente de su hijo Juan II.

La construcción de este monasterio, pegado a esa iglesia, que a su vez es una ampliación del primitivo templo, había de convertirse en todo un referente de la escultura que en ese momento se trabajaba en estos ámbitos claustrales de la Castilla del primer cuarto del siglo XV, y eso es indudablemente el elemento que hace más atractivo a este monasterio, sino de esta sucesión de capiteles ricamente decorados que constituyen los cuatro laterales, los límites de las cuatro pandas del claustro del monasterio.

Es cierto que no nos vamos a detener en el estudio minucioso de cada uno de sus capiteles, quizás lo hagamos en un paseo por la sierra posterior, pero hay algunas ideas importantes que hemos de retener.

La primera es que esta es una obra donde el impulso de la reina, y a su vez regente de su hijo Juan II, de esa monarca Catalina de Lancaster, está presente de una forma notable, y eso que la reina falleció en 1418 y la obra sería concluida década y media más tarde ya reinando su hijo, que se involucró claramente en mantener el proyecto que había lanzado su madre.

Hemos de pensar que en esos tiempos de la regencia que ejerció Catalina Lancaster en nombre de su hijo Juan II, buena parte de esa regencia se desarrolló desde Segovia, puesto que Catalina consideró que un lugar seguro para la residencia del jovencísimo Juan II era el Alcázar, el Alcázar de Segovia.

Hicimos una sierra de historias al respecto.

Lo interesante está en que Santa María la Real de Nieva tenía la ventaja de esa cercanía a la ciudad de Segovia, de modo que la aparición de esa imagen, ojo una aparición en los tiempos en los que aún vivía el esposo de Catalina Lancaster, Enrique III, la aparición de esa imagen en la cercanía de una de las ciudades favoritas de los monarcas resultó providencial para poder hacer ese vínculo entre la que aspiraban que fuera la sede cuasi permanente de la corte, Segovia, y este lugar de culto, este lugar de culto mariano que podía estar vinculado directamente con los monarcas y tras el fallecimiento de Enrique III, sobre todo con la figura de la reina regente, Catalina de Lancaster.

La idea es que cuando estamos observando estos capiteles, estamos hablando de una obra que